HISTORIA DE LA CRÓNICA DEPORTIVA EN MÉXICO

POR CARLOS CALDERÓN

Historiador, Profesor, Escritor, Guionista, Columnista Y Analista Del Futbol Mexicano, Carlos Calderón Es También Miembro Honorario Del Cihefe Y Asesor De Contenidos Del Salón De La Fama Del Futbol Internacional.

En el mundo del deporte, la ilusión de cada semana consiste en ver como gana nuestro equipo o atleta favorito. El transcurso de un evento deportivo se llena de sentimientos: pasión, emoción, nervio, muchas veces desilusión…

Después de un encuentro, tal parece que se cae en una desolación, el vocerío disminuye, algunas porras por el ganador; los aficionados cuyo equipo ha perdido, completamente mudos. Son minutos eternos de silencio. No hay nada que decir cuando nuestro favorito no gana.

Cada encuentro visto por Internet, televisión o escuchado por radio, por más aburrido que sea, se convierte en gesta heroica si el narrador o el comentarista encuentran el lenguaje exacto para describir cada jugada, aunque se caiga en la exageración.

¿Quién no recuerda al gran Ángel Fernández, que convertía simples partidos de futbol en épicos campos de batallas? O al Mago Septién, cuya habilidad para darle sabor a un tedioso partido de beisbol o una crónica de boxeo era tal, que a veces terminaba inventando un evento que jamás sucedió y la prensa, un día después, lo consignaba como gesta heroica.

Qué lástima que muchas de esas voces se hayan perdido. Todo parece más duradero de lo que es, pero de pronto algo nos hace percibir lo que ya no existe. Los cronistas deportivos tienen varias funciones: le dan un sentimiento narrativo a las acciones que no tenemos frente a nuestros ojos o las interpretan en el caso de que las tengamos, pero no logremos descifrarlas del todo; encuentran todas las implicaciones de un acto (de un gol, de un golpe, de una llave, de un strike). Manejan el tiempo narrativo y nos dicen cuándo el tiempo se detiene y cuándo se hace más rápido. Pero sobre todo, nos acompañan por años. Se vuelven la referencia más inmediata, el personaje que nos da el resumen de esta eterna rueda de la fortuna que son los torneos y los campeonatos. A veces, alguien está abajo, ya estará arriba. O quién sabe... hay quien nunca puede subir. Y hay deportistas que precisamente por eso son queridos: porque el público apoya también en el fracaso. Hay una narrativa de lo que pasa tumultuariamente: esa voz de la tribu es el cronista deportivo.

Pues bien: merecen un elogio. Escucharlos equivale a darle movimiento a una época, las fotografías que vemos de los años 50 toman vida. Los camiones de esas imágenes comienzan a moverse, aquellos que toman café en ese restaurante de pronto se emocionan. ¡Qué bueno es el Toluco López! Qué tristeza cuando pierde, lo bueno es que eso casi no ocurre. Los ídolos han sido deshebrados por los analistas deportivos, sociólogos y filósofos. Sus vidas han aparecido en películas y con ellos se han extraído consideraciones acerca de nuestro carácter. Como en Campeón sin corona (1946), de Alejandro Galindo, en donde David Silva interpreta al Kid Terranova, promesa del boxeo mexicano... hasta que contiende contra un extranjero.

Entonces, se convierte en la encarnación del Complejo de Inferioridad del Mexicano. Y eso que Octavio Paz ni había escrito El laberinto de la soledad. No obstante, pareciera que Kid Terranova (el personaje fílmico inspirado en Rodolfo el Chango Casanova) ya lo había leído. Kid Terranova sube al ring, la gente lo aplaude, comienza la pelea. Mientras tanto, allá lejos, en la vecindad, su novia Lupita (Amanda del Llano) escucha la transmisión por radio, narrada por el Mago Septién. Así que no le hace falta nada: todo lo mira gracias a la voz del Mago, quien transmite la emoción.

Transmitir la emoción: el cronista es una especie de pararrayos de la emoción, la cual capta y luego transmite por radio y televisión. Incluso, la crea. Pues muchas veces el cronista imagina lo que narra.

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