GRANDES MAESTROS

ENRIQUE MONTERO PONCE

MONTERO PONCE HA SOBREPASADO YA LOS SESENTA AÑOS DE TRAYECTORIA, SIENDO UNA DE LAS CARRERAS MÁS LONGEVAS PARA UN PERIODISTA MEXICANO. A LOS 91 AÑOS SE MANTIENE EMPEDERNIDO Y OPTIMISTA, COMO CUANDO ENVIABA SUS CRÓNICAS A LA AFICIÓN, SIENDO UN ADOLESCENTE.

Enrique Montero Ponce se ha desempeñado como periodista deportivo, como periodista de la vida política, de la vida empresarial, de la nota policial. Sin embargo, sus contribuciones a su estado natal, Puebla, van mucho más allá de la difusión de información; es un actor principal de la vida poblana y con los años se ha convertido en una figura indispensable entre sus pares, pues ha contribuido a nutrir el entorno social del estado.

Tuvo desde muy pequeño la convicción de dedicarse al periodismo y para algunas personas de su entorno era evidente que tenía madera. Cuenta que la directora de la primaria, sabiendo de lo que era capaz aquel niño le encargó escribiera el discurso de despedida para el día de la graduación. Enrique Montero Ponce, con trece años, se sentó por media hora a escribir un discurso que al leerlo, haría derramar lágrimas a todos los presentes. Sabía escribir, era capaz de conmover. “NO DESPERDICIÉ NUNCA, NI UN MINUTO, LA EXCITANTE AVENTURA DE VIVIR” ...

Hijo único de una madre soltera, nació un 15 de julio de 1928 y creció en el barrio de Santa Rosa, en la ciudad de Puebla. Acompañaba a su madre al pequeño negocio de papelería que tenía y para pasar el tiempo leía con avidez los ejemplares de La Afición. Con la convicción de querer relacionarse con ese mundo, comienza una relación epistolar con el mismo director del periódico: Alejandro Aguilar Reyes, Fray Nano, quien contestaba las cartas de un aficionado al periódico, no por compromiso, sino porque creía estar conversando con un experto en deportes, cuya escritura era deleitable.

Después de un tiempo, ya estando en secundaria, manda una crónica de beisbol, que para sorpresa suya Fray Nano publica en su periódico deportivo. Manda entonces un torrente de crónicas de box y beisbol que, según fuera su calidad, terminaban publicadas o no en La Afición. Consigue también a sus 16 años, participar en un programa deportivo nocturno en la radio de Puebla.

Las escuelas de periodismo aún no existían. Si quería hacer carrera en el periodismo necesitaba irse de Puebla, trasladarse a la Ciudad de México. Recuerda que al comunicarle a un tío su deseo de convertirse en periodista, aquel se desternilló, aunque a cambio, le consiguió algo de dinero para que hiciera el intento de convertir su sueño guajiro en realidad. Lo que para el tío parecía tan lejano, ya había comenzado a cristalizarse.

Convencido por completo de su anhelo, se presentó en las oficinas de La Afición con diecisiete años ante Fray Nano, quien no dejó de sorprenderse de que el aficionado Enrique Montero Ponce, con quien había estado enviándose cartas desde hace años y a quien le habían publicado algunos textos, fuese poco más que un adolescente. Al preguntarle los motivos de aquella visita, Montero Ponce respondió que se había mudado a la Ciudad de México a trabajar. Cuando inquirió de nuevo Fray Nano por el lugar en que entraría a trabajar, respondió con un descaro inocente: “Aquí. Yo vine a trabajar aquí, porque nací para ser periodista deportivo”. Fray Nano rió, pero le aceptó en el diario.

Alejandro Aguilar lo presenta en la redacción como el nuevo office boy, encargado de traer almuerzos, refrescos, cigarros y recibir los cables informativos a los reporteros que conocía de sobra y seguía con admiración, desde sus lecturas en Puebla. “Las redacciones son las mejores universidades”, dice Montero Ponce. En efecto, en La Afición, bajo la mirada experta de Fray Nano, se formaron leyendas del periodismo deportivo como Antonio Andere, Sonny Alarcón, Tommy Morales, que a su vez se convirtieron en formadores de nuevas generaciones: «Estos personajes te dejan lecciones. Decía mi maestro Fray Nano: “El periodismo es la única profesión que nunca se acaba de aprender», rememora don Enrique.

Estuvo esperando la oportunidad de publicar, hasta que lo mandaron a cubrir un partido de beisbol amateur a Nonoalco. Ahí conoció a Ángel Fernández, con quien llegaría a tener una gran amistad. A partir de entonces empieza a recibir encargos para la redacción y cubre principalmente eventos de tres deportes: beisbol, boxeo y futbol. De la misma forma también conoce a un joven Manuel Seyde:

«Un día me dieron la oportunidad de cubrir un juego amateur en Coatzacoalcos, entonces salió otro cuate que estaba con su libreta también, se acercó y me preguntó cómo me llamaba y de qué periódico venía, él venía del Excélsior y yo de La Afición. ¡Imagínate lo que es estar al lado de Manuel Seyde, es tremendo!».

Después de dos años en que había logrado integrarse exitosamente a la mejor redacción deportiva del país, sucede algo que habría de cambiar el curso de aquella aventura en el periodismo: su madre cae enferma y al consultar al doctor, éste le dice que el mal de su madre no es otro que la tristeza. Intenta convencerla de que se mude con él, pues para entonces ya contaba con una buena posición en el periódico, pero ella se niega rotundamente a dejar Puebla y pone en una disyuntiva a su hijo, quien ante el cariño cede los avances hechos en el terreno profesional.

Aunque lamenta su partida, Fray Nano le aconseja que se dedique a ser promotor deportivo, por la gran facilidad que tenía Montero Ponce para crear relaciones públicas. Regresa a Puebla con la determinación de no separarse del periodismo y entra a la redacción de El Sol de Puebla, con la confianza de haberse educado en la redacción deportiva más estricta editorialmente hablando. Aunque no arrogante, sí le asegura al director del diario que estaba cabalmente preparado para cubrir el área deportiva. Tal como él lo dice: «Hay que ser audaz si se quiere ser alguien en la vida». Le permiten cubrir la fuente deportiva, pero gracias a sus habilidades sociales, además de deportistas consigue entrevistas con políticos, intelectuales y artistas, con gran facilidad. Esto le habría de ganar la admiración de sus compañeros y el reconocimiento general de que era un joven periodista prometedor.

A pesar de estar en Puebla, mantiene sin embargo lazos con el periodismo de la Ciudad de México. Al llegar Antonio Huerta a la dirección del ESTO, Montero lo convence de enviarlo a cubrir una pelea de campeonato boxística a los Estados Unidos. Huerta accede y publica una crónica que resultó un éxito entre los lectores del diario. También retomaría su actividad en la radio en 1968, como corresponsal en Puebla de un programa que conducían Agustín González Escopeta y Cristino Lorenzo, donde sería un comentarista perspicaz del futbol nacional.

Especializado en el boxeo, seguiría viajando recurrentemente a Estados Unidos para cubrir peleas de campeonato. En uno de esos viajes, tuvo un encuentro algo desafortunado en su afán de entrevistar al volátil Sonny Liston:

«Ocurrió en Chicago, alquilamos un auto en el aeropuerto y nos fuimos en coche hasta el lugar donde sería la entrevista. Cuando llegamos al lugar preguntamos dónde estaba Liston y lo vi abriendo una maleta, le dije a quien iba conmigo: “¡Ahí está Liston, de aquí nos vamos a agarrar!” Cuando acababa de decir ésto salió un negro más negro que Liston y más alto que Liston y nos preguntó qué hacíamos ahí. Antes de poder responder me agarró y me tiró. En ese momento pasó una patrulla, se bajó el policía y preguntó qué pasaba, nos quejamos, entonces el patrullero nos dijo: “Oigan, Sonny Liston estuvo en la cárcel y gracias a Kennedy le dieron esta oportunidad, de modo que es un hombre peligrosísimo, ustedes no pueden tratar de hablar con un hombre que estuvo en la cárcel y que ahora va a pelar por el Campeonato del Mundo.

»En la ceremonia de pesaje para esa pelea, cuando iba pasando yo le extendí la mano a Liston y el mismo negrote me pegó en la mano del otro lado, en ese momento había un negrito que saltaba y brincaba y pedía que le tomara una foto y le hicieran caso. Nadie le hacía caso, entonces le dije: “Yo te tomo la foto con él y tú me tomas una a mí”. Total, nos tomamos la foto y todo. ¿Sabes quién era este negrito? El que fuera después Campeón del Mundo, Floyd Patterson, fue verdaderamente un hecho histórico».

Además de los enfrentamientos sobre el ring, también cubriría por muchos años la Serie Mundial, relacionándose con otros grandes cronistas del beisbol como Tommy Morales, quien llegaría a calificarlo como el más grande periodista poblano que ha existido. Precisamente regresando de una Serie Mundial en 1969 es que le surge la idea de iniciar un noticiario en la radio de Puebla.

Hasta ese momento, en la radio poblana, no existían noticiarios, pero la propuesta de Montero Ponce al dueño de una estación, Roberto Cañedo, encuentra eco a pesar de las iniciales reticencias del empresario. Se mostraba algo incrédulo de que un programa transmitido a las siete de la mañana todos los días, pudiese interesar a la audiencia, pero Montero Ponce logra persuadirlo.

El 31 de Octubre de 1969, se inicia en la XEHR, el programa que hoy se conoce como Tribuna de la mañana y que en ese momento se llamaba Esquina. A la fecha lleva la descomunal cantidad de más de 17 mil programas transmitidos y posee el récord Guiness por ser el noticiario radiofónico con mayor número de emisiones.

El programa de Montero Ponce, ya no de corte exclusivamente deportivo, ha sido merecedor de todo tipo de reconocimientos, no únicamente a nivel estatal, sino también nacional. Se ha transmitido en todos estos años por varias estaciones como Radio Oro, la 1280 y otras, hasta llegar a la 1250 de AM. Montero Ponce, a través de este programa decidió formar su propio grupo de medios de comunicación: Tribuna Comunicación, que actualmente es uno de los grupos mediáticos más importantes de Puebla.

Entre su inacabable palmarés se cuenta el Premio Nacional de Periodismo, entregado por el presidente José Luis Portillo, a nombre del Gobierno Federal. Gana en otro año el Premio Nacional de Periodismo que entrega el Club de Periodistas de México. También el Premio Estatal de periodismo por mejores entrevistas. Entre las entrevistas que ha realizado a lo largo de su carrera destaca las de Mario Moreno Cantinflas, Joe DiMaggio, Jack Dempsey, José Luis Cuevas y el candidato presidencial estadounidense en ese momento: Jimmy Carter.

Montero Ponce tiene anécdotas con cientos de personas. Se jacta, por ejemplo, de haber sido el responsable de llevar a Nacho Trelles a las instalaciones del Cruz Azul, para que lo conociera Guillermo Álvarez, encuentro del que el histórico técnico nacional pasaría a dirigir a La Máquina.

Montero Ponce apunta sobre su profesión: «La disfruto y se la entrego a la gente. La falla que algunos comunicadores tienen es que creen que el micrófono es para ellos, para que pregunten y protagonicen ellos. ¡No es cierto, el micrófono es de la gente! Para decirle: “Aquí está el micrófono, ¿qué quieres decir? Lo que tú quieras decir, dilo aquí”».

En 1970 sale definitivamente del periódico El Sol de Puebla. Haciendo caso del consejo de Fray Nano, organiza eventos deportivos, entre ellos varias corridas de toros, y se vuelve también manager de boxeadores. De esta incursión en el mundo del toreo, se fortalece su amistad con otro cronista legendario: Pepe Alameda.

«Pepe Alameda fue mi amigo, le hicieron un homenaje en El Relicario, dio una vuelta al ruedo, estaba feliz. Luego el ganadero empresario lo invitó a subir a su palco y Pepe le respondió: “No, me muevo con Enrique a su sexta fila porque ahí no nos molesta nadie”. Subimos y saludaba a todo mundo. En el tercer toro me dice: “Enrique, ya me voy, estoy muy cansado. Me voy discretamente sin que la gente se de cuenta”. Yo le respondí: “¡No, cómo crees!, vamos”. Me levanté con él, bajamos, fuimos a su coche y se fue. En aquella ocasión le dije a su ayudante: “¿Sabes qué? Pepe se va a morir porque si Pepe Alameda te dice en un tercer toro que está cansado, se va a morir”. Y se murió a las dos semanas. Le reclamé a otro amigo: “¿Por qué no me avisaste lo de Pepe?” -“Porque no quiso avisarle a nadie, ahora te voy a decir una cosa que te va a dejar impactado: se murió hablando de ti”, me dijo. ¡Imagínate, qué recuerdo!»

Desde Tribuna Comunicación, Montero Ponce ha sobrepasado ya los sesenta años de trayectoria, siendo una de las carreras más longevas para un periodista mexicano. A los 91 años se mantiene empedernido y optimista, como cuando enviaba sus crónicas a La Afición, siendo un adolescente. Ha desplegado una intensa actividad periodística en esas décadas y asegura que, su deseo como comunicador es dar vida a la información: «Hoy quisiera volver a contar lo que pasó, de tal modo que vuelva a ocurrir cuando lo cuento». Enrique Montero Ponce se ha desempeñado como periodista deportivo, como periodista de la vida política, de la vida empresarial, de la nota policial. Sin embargo, sus contribuciones a su estado natal, Puebla, van mucho más allá de la difusión de información.

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