GRANDES MAESTROS

GERARDO PEÑA KEGEL

UNO DE LOS POCOS QUE LO TENÍAN TODO: RITMO, VIGOR, CULTURA, RIQUEZA DE LENGUAJE, VOZ. SUS NARRACIONES ERAN VIBRANTES, LLENAS DE ARISTAS. SU ESTILO QUEDÓ A LA POSTRE COMO BASE PARA QUE OTROS NARRADORES COMO JORGE PIETRASANTA, ENRIQUE BERMÚDEZ, CRISTIAN MARTINOLI Y RAÚL PÉREZ SIGUIERAN SU VERTIENTE.

Pocos narradores deportivos generan consenso de admiración tanto entre los aficionados como entre sus colegas. Ante esas preguntas un tanto innecesarias acerca de quién podrá ser el mejor de la historia, algunos nombres se repiten constantemente: Ángel Fernández, El Mago Septién, Sonny Alarcón, pero Gerardo Peña también es uno de ellos. Fue uno de esos que convocaban las miradas y merecían los tributos, uno de los pocos que lo tenían todo: ritmo, vigor, cultura, riqueza de lenguaje, voz. Sus narraciones eran vibrantes, llenas de aristas. Pero también hay unanimidad en torno a un misterio: ¿dónde está Gerardo Peña? ¿se retiró? ¿por qué no lo vemos actualmente en los medios?

Con halagos recuerda Eduardo Camarena al que fue en algún momento compañero de transmisiones: «En el futbol tuve el privilegio de trabajar con gente muy capaz. Para mí, el mejor fue Gerardo Peña, por su voz, su cultura, su emotividad, esa riqueza de su lenguaje. Para mí es el mejor de todos con los que yo trabajé. Era tan rico el lenguaje de Gerardo que no se centraba en alguna frase distintiva, que es válido, muchos colegas tienen una frase, como Ángel Fernández: “A todos los que quieren y a todos los que aman el futbol” o “El juego del hombre”, frases que lo identificaron y lo marcaron. “¡CERCA LA BALA!” ...

»Veo esa característica en Gerardo Peña y en Toño Andere porque no tenían una sola frase que los identificara. El extraordinario lenguaje de Gerardo le permitía a un gol ponerle ocho, nueve calificativos y yo creo que ese es el gran legado, además de su voz emotiva, una voz clarísima, el grito de gol más limpio que yo recuerdo, incluso más limpio que el de Ángel, y mira que el de Ángel era de dos cuadras, dos kilómetros, por lo largo de la palabra. Creo que ese es el gran legado de Gerardo Peña, a mí me gustaba mucho cuando decía: “Es un partido formidabilísimo”».

El mayor de cinco hermanos, hijos de un español aficionado completo del futbol y en particular de Los Merengues del Real Madrid, de quienes no perdía noticia, Gerardo Peña vivió el deporte como una pasión imprescindible desde su más remota infancia. El futbol era patria para su padre exiliado en una tierra muy lejana a la suya. Y también era un puente con el que comunicar a sus hijos aquellas lontananzas de las que procedía, aquellas pasiones que lo unían a su terruño.

Siendo el futbol uno de los núcleos de su familia, Gerardo Peña y sus hermanos eran llevados al Club España por su padre a jugar futbol. El Club España era en aquellos años punto de reunión para la comunidad española en México y su equipo de futbol había pertenecido a la primera división de nuestro país, consiguiendo grandes glorias hasta que un día de 1950 pasaron a formar parte de la segunda división, para luego convertirse en una escuadra de futbol amateur.

En ese orgulloso club, aprendieron a querer al futbol él y sus hermanos y fue ahí mismo donde Gerardo Peña comenzó a narrar partidos como un juego, como por presagio, como por ensayo de una vocación a la que estaba predestinado.

Siendo el mayor, hubo un momento en que ya no le correspondía jugar con los menores, pues les sacaba demasiada ventaja. Entonces, los niños de la banca le pedían que en lugar de jugar, se quedara ahí con ellos a narrarles el partido. Se le volvió afición narrar partidos, buscar pretextos para desarrollar esa capacidad narrativa, ese talento para comunicar las acciones de un encuentro de forma atractiva. Se formaron en él los rudimentos de una profesión con la que aún no soñaba.

Con diecisiete años apenas, ocurrió un episodio que le develaría su capacidad. Estando con amigos suyos en un departamento y habiendo crecido con Ángel Fernández como ídolo, comenzó a narrar un partido de futbol, imitándolo en su estilo muy particular. Su potente voz convenció a algunos vecinos de que el mismo Ángel Fernández debía estar narrando un partido, pero al cabo se percataron de que se trataba de un muchacho con dotes de imitador.

Ángel Fernández, aquel otro gigante de la narración futbolística, un hombre de una inventiva locuaz que a falta de espacios para narrar el beisbol tuvo que mudarse al futbol para tomar desprevenidos a todos y convertirse en referencia, fue su única influencia, su inspiración y el depositario de toda su admiración. Con el tiempo llegaron a ser compañeros de transmisiones.

El talento se desbordaba en él y no pasó mucho tiempo antes de que alguien lo notara. Con un amor por el futbol como el que sentía Gerardo Peña y con la tenacidad que mostró para conseguir el sueño de convertirse algún día en narrador de futbol, era lógico que habría de conseguirlo más pronto que tarde.

Comienza a los 18 años en la radio, narrando partidos de la Copa del Mundo de la República Federal de Alemania, en 1974. Mientras, cursaba el tercer año de la preparatoria y al mismo tiempo se preparaba para su primer intento profesional ante un micrófono. El 13 de junio narra su primer encuentro, disputado entre las selecciones de Brasil y Yugoslavia, que resultó en un empate a ceros. Es un hecho extraordinario que un joven debutara como narrador en un oficio que está lleno de historias de personas que se hicieron desde abajo, redactando, contestando el teléfono, revelando fotografías en algún periódico.

Unos años más tarde llegaría a la XEW, plataforma desde la que daría el salto a la televisión, a una recientemente fundada Televisa. Ahí, tras un paso obligatorio y formativo como reportero de cancha, donde aprendería los fundamentos de una transmisión televisada, se convertiría pronto en el narrador estelar de los partidos de futbol, teniendo como compañeros, entre otros, a Fernando Luengas, Juan Dosal, Fernando Schwartz y a su maestro Ángel Fernández. Más tarde en su carrera también compartiría micrófonos con Enrique El Perro Bermúdez, con quien a la postre desarrollaría una rivalidad profesional.

Aficionado americanista declarado, encontró en Televisa la oportunidad de transmitir los partidos de su equipo preferido. En el recuerdo de los aficionados las narraciones de Gerardo Peña llegaron a fundirse con la memoria del América de aquellos años. Explicar los años de gloria del América, en los 70 y 80 sería imposible sin la voz de Gerardo Peña en el trasfondo.

Participaría además en algunos programas como Espacio Deportivo con Toño De Valdés, y Dos en el área, en donde fue invitado de José Luis Lamadrid y Rafael Puente. También incursionaría en la realización de videos publicitarios. En su carrera llegaría a cubrir diez Copas del Mundo, siendo las más importantes la de España 82, por sus vínculos familiares con el país ibérico y la de México 86. En ambos eventos fue el narrador de la final, en el primero entre las escuadras de Italia y Alemania, que ganarían los italianos, y en el segundo entre Argentina y Alemania, en la que se coronaría Maradona como máximo exponente del futbol de aquellos años.

Creador de un estilo pletórico de frases, cada aficionado recuerda algo diferente de sus narraciones: “Trazo largo de izquierda a derecha, como limpiaparabrisas”, “Dribla a uno, dribla a otro, tira, cerca la bala”, “Pasó rozando la horquilla”, “Silencio, cámara, acción”, al ser cobrado un penalti, o “Cara a cara, mano a mano, de poder a poder”, ante la misma acción; “Engarzando primero, acomodando después”, tras un regate; “Tocando la pelota, que entra silbando el palo izquierdo de la portería” o la apoteósica “El estadio es una sucursal del manicomio” y “Un gol aterciopelado”, al anotar el América. Fue con esa inventiva exaltada que bautizó la rivalidad creciente entre el Cruz Azul y el América, como “El clásico joven”, sin saber que esta designación se quedaría para la historia. Esto ocurrió en la jornada 36 de la temporada 1979-1980, después de varios partidos tensos entre las escuadras.

Con su voz metálica y sonora, La voz de la emoción, como solía ser conocido, era capaz de hilar, como un futbolista regateador, una acción con otra mediante engarces elegantes y nutridos: “Salida de Celestino Morales, busca De la Torre a Cisneros, rápido el engranaje ofensivo por conducto de Roberto Gómez Junco, quiere sorprender…”, narraba en aquella final del 1984 entre América y Guadalajara. O al comentar el gol histórico de Negrete en el Mundial de ’86: “Recoge Rafael Amador, crece la presión, Amador al frente para Manuel Negrete, en esta jugada para Aguirre… Negrete… Gol, gol, golazo de Manuel Negrete”.

Estudioso de cada partido que se le presentara, sentado frente al televisor, practicaba narrando para sí mismo, juegos internacionales. Preparado siempre hasta la obsesión, se aseguraba de haber recabado todo el material posible para cada encuentro que tuviera asignado, visitaba los entrenamientos de los equipos y se enteraba de cualquier pormenor que pudiese aportar algo a la transmisión. Enterado siempre de cada detalle del futbol, era lector ávido del ESTO. Brillante y con una agilidad mental notable, fue un perfeccionista de su estilo, que buscó constantemente mediante la escritura, la lectura y la investigación, depurar su oficio hasta el paroxismo.

Miguel Gurwitz, relata una anécdota que retrata la profunda admiración que despertaba Gerardo Peña, no solo en él, sino en quienes fueron testigos y televidentes de las narraciones cargadas de adrenalina y emotividad, con que deleitaba al público:

«En alguna época narré, no sé cómo, pero narré. Me tocaba compartir un partido por radio con Lalo Luna, pero ese día no iba Lalo, iba alguien más. Estaba esperando en una cabina y de repente llega un señor, se presentó: “Gerardo Peña”. Yo no lo podía creer. Por supuesto le dije que estaba encantado y que era un honor compartir micrófonos con él. A mí me tocaba narrar el segundo tiempo y a él el primero, a mí evidentemente me valió el partido, yo estaba disfrutando ver a Gerardo narrar, era mi ídolo. Cuando me toca narrar el segundo tiempo, en lugar de empezar a narrar, expliqué que Gerardo siempre ha sido una gran referencia, una voz histórica y que me parecería un pecado tomar el micrófono teniendo a Gerardo Peña. Entonces le pregunté si él podía narrar el segundo tiempo porque para mí era un agasajo tenerlo a mi lado, narrando un partido. Obviamente me lo tomó muy bien e incluso hubo un par de lágrimas. Para mí, ese día fue histórico…“Zumbando el palo”. Oír a Gerardo Peña era música para los oídos. Era el balance perfecto entre lo espectacular y lo real, un ritmo como ninguno. No concibo a ese América sin la voz de Gerardo Peña, es el match perfecto».

Su clásico grito “Gol, gol, gol”, con que se emocionaba y emocionaba al público fue un sello de su carrera. Los aficionados recuerdan que escuchar una narración de Gerardo Peña era ser transportado al estadio, a la cancha misma, enriquecido por los apuntes de su crónica. Su estilo quedó a la postre como base para que otros narradores como Jorge Pietrasanta, Enrique Bermúdez, Cristian Martinoli y Raúl Pérez siguieran su vertiente.

En 1993 salió de Televisa sin que se aclararan nunca los motivos de dicha separación. Se han especulado algunas versiones sin que haya fundamento sólido para ninguna, pues se trataba de uno de los narradores estelares. Los hechos indican que el Mundial de Italia de 1990 es el último momento de notoriedad para Gerardo en dicha televisora, que durante esa década experimentó cambios radicales, ya que el dueño, Emilio Azcárraga Milmo —quien murió en 1997—, comenzó a dejar en esos años las riendas de la empresa en manos de su hijo, Emilio Azcárraga Jean. También en esa década inició la consolidación de la dupla Enrique Bermúdez - Raúl Orvañanos como los narradores estelares de futbol y se renovó buena parte de la barra de programas y el elenco de lo que a la postre se convertiría en Televisa Deportes.

Posteriormente, Gerardo Peña continuó trabajando para la cadena MVS y luego para TVC, que en ese momento se fusionó con ESPN, pasando él a trabajar en la cadena norteamericana, donde también tuvo una corta participación, para luego migrar a Radio Fórmula. Se retiró a una edad temprana, dejando a sus aficionados añorando aquellos años, en que seguir la Liga Mexicana de futbol era una experiencia deleitable si Gerardo Peña era el narrador en turno.

Decidió tomar distancia de los medios de comunicación, donde estuvo por casi tres décadas. En años recientes se ha venido recuperando de diversos padecimientos de salud, pero nunca ha dejado de estar pendiente del acontecer futbolístico. No deja de leer el ESTO, continúa escribiendo, sigue todos los partidos que puede por televisión. Sobre el estilo de los narradores actuales tiene sus reservas, le parece que hay demasiada improvisación; siendo él un dedicado de la preparación extenuante previa a cada partido, encuentra cierta frivolidad y vacío en algunos estilos de nuestros días.

Así lo describe Ciro Procuna: «Mis primeros partidos de futbol que escuché fueron con los relatos de Gerardo Peña, me acuerdo que era tal la emoción que le imprimía a cada, ya no digas gol, jugada de peligro, que era inevitable emocionarme aunque fuera de un equipo que no me gustara. Gerardo tenía eso, tenía la emoción en cada frase. Tuve la oportunidad de trabajar con él en el programa Dos en el área, del que fui reportero. Yo empezaba en esta actividad, tendría unos 18 o 19 años y José Luis Lamadrid invita a Gerardo Peña a participar en el panel —era un panel con Francisco Javier González, Gerardo Peña, José Luis Lamadrid y José Antonio Roca, era fantástico ese panel—. Cada vez que me tocaba estar en el programa eran lecciones de análisis las que teníamos con ellos.

»Yo creo que Gerardo tenía un estilo inconfundible. Alcanzaba picos muy altos de emoción y también daba su justa medida a cada jugada. No era alguien que abundara mucho en la cuestión anecdótica ni de números, tampoco en la parte estadística, pero no hacía falta. Tenía la dosis justa para cada jugada en un relato. Lo hacía fluido y cuando eran jugadas de peligro era una explosión fantástica. Creo que ese es un gran reto siempre para el narrador: encontrar la dosis justa de emoción para cada jugada, sin exagerar. Y Gerardo lo sabía hacer muy bien. “¡Cerca la bala!” Ese era Gerardo Peña. Me acuerdo y me emociona».

Luego de unos años de merecido respiro, comienza a contemplar la posibilidad de volver. No sabemos si lo hará como narrador, comentarista, columnista o como escritor. A los aficionados nos corresponde esperar con paciencia anhelante lo que decida compartirnos en el futuro. Por lo pronto, baste saber que Gerardo Peña está bien, observando a la distancia, tomando impulso, como narrando un penalti que él mismo va a cobrar.

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