GRANDES MAESTROS

PABLO CARRILLO LAVAT

NACIDO EN UNA FAMILIA DEDICADA AL CINE, EL RUMBO DE PABLO CARRILLO LAVAT FUE OTRO. ÉL ENCONTRÓ SU PASIÓN EN LA CRÓNICA DEPORTIVA.

«Mi papá era igual: las cámaras toda su vida. Mi madre, actriz famosa desde los 16 años. Mis papás se conocieron en La Perla, que se filmó en Acapulco, dirigida por el Indio Fernández con Pedro Armendáriz. Ahí se conocieron. Ahí empezaron su noviazgo, mi mamá con 16 años y mi papá con 21 años. Mi familia se debe al cine y eso es parte de mi bagaje, de mi vida: los estudios de cine, los estudios de televisión, en fin. Así me tocó y aunque yo no me dedico a eso, esto de los estudios, las luces y las cámaras ha sido parte de mi vida de siempre. Para mí, entrar a un foro no es un lugar ajeno sino parte de lo que ha sido toda mi vida.

»Ahora que pasa el tiempo analizo que era mi vocación porque en mi casa lo que viví de niño fue cine. Mi padre era cinefotógrafo, mi abuelo fue el operador de cámara de Gabriel Figueroa en el incipiente cine mexicano y trabajó en eso. En mi casa había cámaras, tripiés, etcétera. Y todos trabajamos en ello, de frente a las cámaras, haciendo comerciales o de asistente de cámara de mi papá, todos mis hermanos estuvimos en eso pero en realidad no había un tema que tuviera que ver con el deporte»....

A pesar de que en su contexto familiar no encontró una línea directa hacia el periodismo deportivo, Pablo Carrillo desarrolló desde muy pequeño una pasión por el deporte. Su padre lo impulsaba –a él y a sus hermanos– a hacer de los deportes una práctica cotidiana, una forma de vida: «todos nadamos competitivamente de chavos, hicimos judo, jugamos futbol americano. A mi padre le gustaba mucho que practicáramos deporte, pero en realidad no había una vertiente hacia el periodismo deportivo».

Conocer los deportes desde dentro, cada regla, cada técnica, cada estratégia, encendió en él el botón de la curiosidad. Fue durante su infancia, a finales de los años sesenta y principios de los setenta, que nació su obsesión por ver buenos resultados de deportistas mexicanos y saber de las figuras deportivas que destacaban en el país. Aprender más se convirtió en su objetivo y del persistente deseo por la información deportiva hizo un hábito.

«Me acuerdo que cuando era niño esperaba a que llegara el Excélsior a casa, yo me levantaba temprano y esperaba al repartidor. Veía asombrado a este cuate, primero por su habilidad de maniobra al llevar dos alteros de periódico de no sé cuántos kilos y segundo por aventar el periódico que pegaba en el garaje de mi casa. Mi rutina todas las mañanas era bajar, tomar la sección de deportes del Excélsior y llevarle a mi padre el resto del periódico. Fíjate lo que es el destino: hoy escribo en el Excélsior, desde hace ya algunos años».

Hoy Pablo Carrillo Lavat es un experimentado periodista deportivo que cuenta con siete Copas Mundiales transmitidas. Ha trabajado para Canal 13 comentando futbol americano colegial y profesional. En 1985 ingresó a Televisa, donde comentó corridas de toros y futbol americano. Posteriormente laboró en Multivisión, Fox Sports, Stereo Rey, FM Globo de MVS y, desde el año 2000, forma parte de Grupo Imagen, donde ha sido testigo de la evolución de esta empresa, misma que inició como Imagen informativa, luego se convirtió en Cadenatres, Excélsior TV y, actualmente es Imagen Televisión. Cabe mencionar que su primer acercamiento con los medios de comunicación se dio de modo circunstancial.

«A los 15 años fui a tocar la puerta de la oficina de deportes de Canal 13, una empresa del gobierno, porque mi hermano mayor estudió Comunicación y empezó a chambear en el noticiario de Joaquín López-Dóriga que se llamaba Siete Días, cuando se creó un área de noticias que no existía ahí. Entonces empecé a ir con mi hermano, lo acompañaba, me atraía mucho todo ese tema. Un día llegué, toqué y me atendió Jessy Espinosa, quien era directora de producción; creo que le cayó en gracia ver a un chavo de quince años que llegó: —¿Puedo pasar? —Sí, me responde. —Oye, ¿cómo le hago para trabajar aquí? —Pues ven mañana—. Así fue. Hace cuarenta años de eso y aquí estoy. Empecé a trabajar traduciendo guiones y contestando teléfonos en las transmisiones de futbol americano».

Su vida estuvo a punto de tomar otro derrotero, pero la vocación fue más fuerte y le retuvo a pesar de sus intentos por explorar otros ámbitos. Estudió Contaduría Pública en el ITAM y trabajó durante un tiempo en empresas de finanzas y casas de bolsa, pero el verdadero amor por un oficio ya lo había conocido y sería difícil dejarlo. Decidió combinar ambos quehaceres, buscaba ese sentimiento de felicidad y satisfacción de quien disfruta su trabajo.

«Recuerdo que en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988 llegaba a chambear a la casa de bolsa a las siete y media, ocho de la mañana. Me salía a las cuatro de la tarde. Me iba a Televisa y desde las cuatro de la tarde hasta las tres, cuatro, de la mañana transmitíamos lo que pasaba en los Olímpicos desde cabina. Así se marcó mi vida hasta que en un momento decidí que lo mío eran los deportes. Me iba muy bien como casabolsero, ganaba mucha lana, logré hacerme de un pequeño patrimonio, mi primera casa, etcétera, pero era medio infeliz porque lo que a mí me gustaba eran los deportes. Hoy tengo la gran bendición de que chambeo en lo que más me gusta hacer, para mí mi trabajo no es un trabajo sino una alegría, una diversión».

Pablo Carrillo inició en radio cuando tenía 17 años, eso fue en una emisora llamada Radio Cañón. Al mismo tiempo colaboraba en Canal 13 para un programa de José Ramón Fernández y su equipo de colaboradores: Raúl Orvañanos, Carlos Albert, entre otros. Las cosas se le dieron de manera afortunada, pues fue ganándose afectos y oportunidades, algo que siempre agradece. Fue precisamente en Canal 13 donde Pablo tuvo oportunidad de enfrentarse a su primera transmisión televisiva durante un Super Bowl.

«En el Super Bowl de 1982, que fue en Detroit, entre el equipo de los Cuarenta y Nueves de San Francisco y los Bengalíes de Cincinnati, estaba en el estudio de guardia. Quiero que te remontes a 1982 donde las comunicaciones no eran lo de hoy, fibra óptica y demás, realmente eran unas microondas muy frágiles en cuanto a la capacidad de no interrumpirse y aparte en Detroit estaba nevando. Allá estaban de comentaristas mi querido y añorado Pepe Espinosa, que en paz descanse, el couch Joaquín Castillo y Alejandro Lara, yo me quedé en cabina en stand by. Tenía diecinueve años y medio. El Super Bowl en ese tiempo sólo se transmitía o por el Canal 13 o por el Canal 5, hoy TV Azteca y Televisa, respectivamente.

»De repente se fue la señal, prenden las luces del estudio y sin experiencia previa: “¡Vas al aire!” Y ahí sí sentí que las lámparas, aquellos lamparones de miles y cinco miles, me empezaron a dar vueltas. Yo pensé: “¡Me voy a caer aquí mareado, desmayado!” Empecé a respirar y dije: “¡Venga, vámonos, ya estás!”. Salió muy bien, entré al aire y tuve que improvisar ahí, analizar mientras se recuperaba la señal de Detroit. Y yo tenía 19 años. ¡Imagínate! un mocoso sin experiencia en tele y mi debut fue en un Super Bowl, es como si siendo futbolista te dicen: “Debutas en Wembley con la Selección Mexicana, contra Inglaterra”, pero salvé el tema y así me tocó una buena suerte. Raúl Orvañanos, que siempre se lo menciono y se lo voy a agradecer, vino conmigo, se acercó y me dijo: “Oye, te vi al aire y te felicito, aquí vas a hacer una larga carrera”. Y mira, ha tenido voz de profeta porque han pasado ya algunos años de mi primera transmisión».

Treinta y seis años de trayectoria en televisión y cerca de treinta y ocho en radio le han forjado como un periodista serio y conocedor del medio, un experto en su trabajo. A lo largo de estos años ha sido testigo de los cambios por los que ha pasado la crónica deportiva, lo que lo hace consciente de que ante la emergencia de nuevos medios es importante trabajar para producir contenidos de calidad.

«Cuando estaba en segundo de prepa ya tenía esta locura de intentar ser cronista deportivo y en este tiempo tenías que hacer un examen en la Secretaría de Educación Pública para que te dieran una licencia de locutor. Con esta prueba te evaluaban la voz, conocimientos generales de historia, de cultura general, de otros idiomas. Lo que intentaban era cerciorarse de que los señores que iban a estar ante un micrófono no fueran unos asnos que dijeran puras barbaridades, tuvieran cierto nivel mínimo de conocimiento del mundo, de la cultura y de la Ley Federal de Radio y Televisión, qué podías decir, qué no, etcétera. Hoy, por lo que veo, cualquiera que no sabe ni hablar ni tiene conocimientos puede hacer uso de un micrófono, pero a la larga yo espero que algún día se retome la gran responsabilidad que implica esta labor. Los propios medios deben tener responsabilidad de buscar que los contenidos tengan importancia, relevancia y sobre todo se hagan con ciertos parámetros para aportar a la sociedad».

Como periodista deportivo, Pablo Carrillo Lavat ha tenido como consigna enriquecer el contenido de sus transmisiones, se declara tradicionalista y apegado a la ortodoxia que dicta la necesidad de aportar algo al espectador, no únicamente chistes. Recuerda con gran nostalgia la manera en que los grandes cronistas del deporte en México compartían su cultura con quienes los escuchaban: «Había muchísimo bagaje cultural que creo que siempre debe estar impregnado hasta en las transmisiones deportivas, un cronista o comentarista deportivo no puede concretarse a hablar de tres bolas, dos strikes, de penales, de tiros de esquina, creo que un narrador tiene que ser un gran complemento. Por ejemplo, Emilio Fernando Alonso, extraordinario narrador de futbol con voz privilegiada, es un hombre que aprovecha sus transmisiones para hablar de algunos temas culturales. Hoy necesitamos hacer que las transmisiones de futbol den una barnizadita de algo más a las audiencias». En ese sentido, Carrillo Lavat es heredero de narradores como Fernando Marcos, que consideraba inútil utilizar descripciones para dirigirse a los telespectadores en un partido de futbol, por esa razón preferían enriquecer sus crónicas con otros elementos culturales o de análisis. Al respecto, Pablo apunta: «Tuve suerte de convivir con muchos de los grandes, grandes, grandes de la crónica deportiva de este país y, francamente, ahora que lo veo en retrospectiva, lo valoro y agradezco que la vida, la suerte, me haya permitido conocerlos».

Pablo Carrillo atesora entre sus recuerdos las narraciones y características particulares de aquellas figuras de la crónica deportiva que marcaron su vida, voces que se apagaron en el camino pero que en la memoria de Pablo tienen un lugar especial. «El Mago Septién tenía algunas frases maravillosas, era un hombre analítico, tenía una gran capacidad mental. Me encantaba oír al Mago Septién narrando beisbol, me parece uno de los grandes talentos que ha habido en la crónica deportiva. Fernando Marcos que era un hombre superculto, que hacía de la crónica deportiva algo más porque tenía gran bagaje cultural y no se concretaba a narrar el tiro de esquina, el penal, el juego.

Obviamente Pepe Espinosa, que narraba futbol americano y me tocó convivir y trabajar mucho con él, le tengo un gran cariño, gran recuerdo. En el tema del soccer, sin duda, Ángel Fernández fue el más grande, ha sido un parteaguas y creó todo un estilo, era un hombre con una gracia y alegría especial pero también con profundidad en lo que decía; era muy simpático pero como medio, si digo “chiflado” no es peyorativo, pero sí era un hombre distinto en sus formas. Sonny Alarcón, que era un cronista con una voz maravillosa, polifacético. Ellos fueron los grandes cronistas a los que he admirado por su cultura, por lo que sabían, por la manera en que orientaban, por las voces que tenían. Son estos grandes cronistas que hicieron escuela en México».

“Los medios de comunicación deben tener responsabilidad de buscar que los contenidos que se hagan tengan una importancia, relevancia y sobretodo se hagan con ciertos parámetros para aportar a la sociedad.”

Promotor del deporte, aún sigue siendo un gran aficionado y declara que su profesión le apasiona. Tiene un particular gusto por aquellos triunfos de deportistas mexicanos y son estos triunfos lo que más disfruta de su profesión:

«En 2003, conseguimos los derechos del Mundial de Atletismo en París. Fue realmente histórico, maravilloso. Ahí surge una figura del deporte en México que no supimos de dónde salió y de repente irrumpió y empezó a ganar los 400 metros: Ana Gabriela Guevara. Me tocó narrar desde el estadio de Saint-Denis, es la narración más rápida en mi vida porque no duró ni un minuto pero fue súper emocionante transmitir en vivo desde el estadio el triunfo de Ana Gabriela y esto es por mi obsesión de toda la vida de ver a mexicanos ganando. Como cronista tienes que contener tu emoción de mexicano, de aficionado al deporte para transmitirlo, pero realmente estaba llorando de la emoción y trataba de que no se notara como ha sucedido con otras narrativas de momentos cumbres».

Los tiempos han cambiado, su rutina no. La tenacidad, la necedad, la perseverancia han sido elementos clave en la carrera de Pablo Carrillo Lavat, son los puntos de anclaje que considera indispensables para ejercer su profesión: el periodismo deportivo.

«Lo primero que hago en las mañanas es empezar a leer información, a ver qué pasó en la noche, a ver si hubo alguna nota importante. Trato de estar siempre al momento en las principales notas y leer mucho. Antes era tu altero de periódicos, cosa que es muy bonita, tradicional, hasta un poco romántico: tu periódico y un café extendido; ahora, en el celular tienes todo y de ahí lo tomas.

»Yo me he divertido muchísimo con mi trabajo, he conocido muchos lugares del mundo, grandes torneos internacionales. Te puedo decir que estoy muy realizado, contento, hago muy feliz mi trabajo y estoy muy satisfecho con lo que he logrado en mi carrera, con ganas de seguir un tiempo más en esto».

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