VOCES DE AYER

EDUARDO ORVAÑANOS

LALO ORVAÑANOS SE DISTINGUIÓ SIEMPRE POR PREPARARSE A CONCIENCIA PARA SUS TRANSMISIONES. ANTES QUE SER ESPONTÁNEO, PREFIRIÓ SER ATINADO Y VERAZ. DAR SIEMPRE UNA GUÍA AL ESCUCHA CON LA CUAL ESTE PUDIERA IMAGINAR CON VERDADERO DETALLE LO QUE SUCEDÍA EN EL DIAMANTE.

Hombre inquieto, creativo, innovador e incluso con ciertos tintes de visionario, Lalo Orvañanos fue uno de esos cronistas que no sólo se hicieron a ellos mismos, sino que también forjaron la crónica deportiva de nuestro país. Pionero en un inicio, decano al final, dedicó sus esfuerzos a relatar las hazañas del deporte desde un oficio en ciernes. El beisbol fue el deporte en que Lalo Orvañanos realizó su mayor aporte. Cuando se integró a las transmisiones y a las crónicasbeisboleras, la Liga Mexicana estaba por vivir su época de esplendor, una época en que el beisbol se erigió como el deporte nacional.

La Liga Mexicana de Beisbol fue un hito en la profesionalización del deporte nacional. Empresarios entusiastas y visionarios se juntaron para organizar alrededor de un deporte toda una estructura que pudiera soportar la creación de una liga: la construcción de estadios y la organización de una fanaticada que se identificara con los equipos de sus ciudades. Tomaron riesgos y aprovecharon cualquier oportunidad para hacer del beisbol mexicano uno de los mejores del mundo....

“LA CUENTA DEL DIABLO, LA CUENTA DEL PONCHE

En los años cuarenta, mientras que en Estados Unidos los jugadores de piel negra eran segregados, en nuestro país se hizo por traer a aquellos de gran talento sin reparar en su color de piel. Años después las Grandes Ligas, al darse cuenta de la fuga de talentos que esto provocaba, aceptaron gradualmente la integración de los jugadores antes excluidos a sus equipos principales, pero para entonces México ya había ganado mucho, mostrándose vanguardista. En este campo de batalla se crearían también las primeras coberturas informativas en las que destacó Orvañanos.

Nació en la Ciudad de México y desde muy pequeño su familia se mudó a Torreón. Ya siendo joven comenzó los estudios de medicina y llegó a cursar tres años de la carrera, antes de que, encontrándose en un pabellón médico, se confesara a sí mismo que no era para él.

En esos años en que no existía una industria de la información, las oportunidades llegaban de forma inesperada, así que por invitación de Alfredo Madrigal comenzó en Radio XEL, realizando todo tipo de labores, desde abrir la estación hasta ayudar en la programación. Poco a poco se fue labrando un lugar, comenzó a realizar comentarios al aire, fue encargado de la transmisión de la Sinfónica Nacional y otros programas donde se necesitara algún apoyo, hasta que se encontró con la narración del beisbol, que ya no dejaría mientras estuviera en los medios de comunicación.

Invitado por Ricardo Hinojosa, debutó como cronista deportivo en el año 1939, en la estación XEBZ, donde se gana una buena reputación entre los radioescuchas que apreciaban su amenidad, la capacidad de hablar al público con elegancia pero sin presunción y con una voz clara, con cierto aire de refinamiento que le distinguió desde entonces.

Inicia así un periodo formativo de actividad febril en su trayectoria profesional, en que iría de una estación a otra sin tregua en busca de mejores espacios. Se muda a Veracruz, invitado a narrar partidos. En ese estado del oriente de México se encontraba una de las mayores aficiones al beisbol. La aventura duró poco y regresa a la capital a la XEQ o la “Q”, como era conocida. Ahí se afianzó como narrador de beisbol, transmitiendo desde el Parque Delta, recinto que después fue el Parque del Seguro Social. Desde ese mítico estadio narraría partidos durante veinte años.

Vuelve a la XEBZ una vez más y posteriormente en 1942, ingresa a Radio Mil, donde además de realizar reseñas y ser el titular de las transmisiones de beisbol, ayudaría a escribir los guiones de programas en el departamento de ventas, donde además se creaban y programaban anuncios publicitarios. En la publicidad encontraría un segundo frente de acción para el resto de su vida y, como en la crónica deportiva, también cosecharía grandes triunfos.

En 1943, ya como gerente de Radio Mil, funda con Ricardo Hinojosa la empresa Publicidad Mexicana. Posteriormente sería gerente técnico de Promociones Camacho, donde recibe múltiples premios y reconocimientos por su labor creativa.

Luego de explorar la veta creativa de la publicidad, de nuevo retorna a la “Q”, ya con una doble función: cronista y vendedor de espacios publicitarios. Ahí, el Mago Septién era el titular de las transmisiones de beisbol, pero Orvañanos lo sustituía cuando se encontraba de viaje. Con los años, ambos se disputarían la distinción de ser el mejor cronista de beisbol y llegarían a ser comparados el uno con el otro, resultando Septién el favorito cuando se trataba de hacer una narración espectacular, pero Orvañanos cuando se trataba de ofrecer un perfil de mayor refinamiento a los conocedores del beisbol.

Para entonces ya se había ganado la simpatía del público e incluso de los jugadores y del medio beisbolero con frases como: “Esto no se acaba hasta que se acaba”, o “Después de los patitos viene el ponche”, “Se va, se va, se va… Se fue” y “La cuenta del diablo, la cuenta del ponche”. Fue su voz, armoniosa y cálida, por la que le apodaron “El Caballero del micrófono”. En 1946 fundó la revista Hit, que se convertiría en referencia obligada para los aficionados al Rey de los deportes. La publicación presentaba estadísticas, entrevistas, calendarios y curiosidades del deporte, era la vanguardia en los medios impresos. A la fecha, la revista Hit sigue siendo un ancla en la memoria melancólica de los aficionados de antaño.

En 1950 participó como comentarista en las transmisiones radiofónicas de los Juegos Centroamericanos realizados en Guatemala, invitado por el país anfitrión. Esas transmisiones llegaron a toda Latinoamérica. También funda una agencia publicitaria llamada Camacho y Orvañanos y se mete de fondo en la publicidad, aunque sin alejarse del todo del beisbol. En la “Q” tiene su programa propio y transmite ya para entonces al lado del Mago Septién.

Por aquellos años, se integró como colaborador de La Afición, donde Fray Nano lo invitó para formar parte del equipo que cubría el beisbol. Aprende de Fray Nano la fase directiva del oficio periodístico. Es en esos años sus ya de por sí gustadas reseñas se vuelven lecturas populares entre los aficionados. En esa época, formar parte del equipo de beisbol de La Afición equivalía a participar en la élite del periodismo deportivo.

Por esa mesa de redacción desfilaron nombres como Tommy Morales, Antonio Andere o Ángel Fernández. Mientras laboró ahí, Orvañanos llegó a ocupar el puesto de Vicepresidente. Luego trabajaría para el Excélsior y El Heraldo de México, periódico con el que continuaría unido durante muchos años.

En 1956, participa en los inicios de las transmisiones de radio de la Serie Mundial por la XEW, patrocinadas por La Cabalgata Gillette, que era un espacio deportivo y publicitario que patrocinaba la cobertura de eventos deportivos de toda índole. La directiva de La Cabalgata Gillette elegía a aquellos locutores que consideraba más aptos para cada evento, mientras que la estación de radio o televisora con la que existiese el acuerdo debía proporcionar los medios técnicos para la transmisión. Para aquellas primeras coberturas de la Serie Mundial transmitidas a buena parte de Latinoamérica eligen a Lalo Orvañanos y a otros dos locutores históricos: Buck Canel y Felo Ramírez. Estos tres narradores deportivos se harían fama incluso en Estados Unidos, pues decían que nadie en aquel país era capaz de transmitir la euforia por el beisbol como lo hacían Canel, Ramírez y Orvañanos. También en La Cabalgata Gillette, compartiría en años posteriores los micrófonos con Orlando Sánchez Diego y Marco Antonio Musiú De La Cavalerie.

El patrocinio de La Cabalgata Gillette permitió que, en una época con grandes limitaciones operativas, se implementaran adelantos tecnológicos. Primero, mudar la transmisión de las cabinas de radio —donde los locutores debían narrar un partido que no veían en vivo—, a los estadios.

Posteriormente, propiciaron el paso de la radio a la televisión, para luego dejar atrás los años en que los videos debían grabarse en Estados Unidos y trasladar luego las cintas a México en avión, para que sobre ellas se hiciera la narración. No fue sino hasta el año 1964 en que la Serie Mundial se transmitió por primera vez en directo desde los Estados Unidos y los Juegos Olímpicos desde Tokio fueron televisados en color, utilizando el famoso satélite Early Bird.

Todos, desde empresarios, directivos, periodistas y técnicos estaban aprendiendo sobre la marcha cómo realizar transmisiones de cobertura mundial, estaban creando una industria que aún no existía y que hoy es parte cotidiana de nuestras vidas. Lalo Orvañanos junto con su generación (Toño Andere, Pepe Alameda, Mago Septién), tuvieron que emprender todas estas innovaciones sin un método ni planes hechos a conciencia. Tuvieron que inventarlo más por amor al arte que por buscar algún beneficio profesional propio.

Orvañanos se distinguió siempre por prepararse a conciencia para sus transmisiones. Antes que ser espontáneo, prefirió ser atinado y veraz. Dar siempre una guía al escucha con la cual este pudiera imaginar con verdadero detalle lo que sucedía en el diamante. Cuando debía viajar para alguna transmisión, lo hizo siempre con muchos días de antelación para poder preparar todo aquello que hiciera falta, ya fuera a los Juegos Olímpicos de Tokyo 64, el Mundial de Inglaterra 66 o cualquier otro destino en el que se le encargara coordinar una transmisión. Tuvo una relación muy cercana con la Liga Mexicana de Beisbol y participó activamente siempre que pudo para la mejora de la misma. Primero como publicista encargado de la promoción de la liga y luego, en los años 60 y 61, como presidente. Durante su mandato, el cual fue acordado unánimemente entre los dueños de los equipos, se implementaron medidas para impulsar a los jóvenes talentos mexicanos, que tuvieron buenos logros. También hizo un esfuerzo por conciliar viejas rencillas que amenazaban la estabilidad de la liga. Para las estadísticas quedan también algunos datos de esta presidencia: únicamente otro cronista deportivo ha ocupado ese puesto, el legendario Alejandro Reyes, Fray Nano. Y quedó registrado como el único presidente de la liga que ha narrado durante sus funciones la Serie Mundial. A pesar de que los dueños reiteraron su apoyo a la gestión de Orvañanos, este decidió dimitir del puesto para enfocarse en su carrera como publicista y continuar con las transmisiones deportivas. Trabajó en transmisiones televisivas para Televisa, donde dirigió y participó en distintos programas, ya fuera al lado de Pepe Alameda o en el programa Tele-Revista, en las Series Mundiales, en Tribuna Deportiva, con Jaime Haro, e incluso trabajó brevemente con un joven José Ramón Fernández, cuando Televisión Independiente Mexicana, fue fusionada con Telesistema Mexicano, para la formación de Televisa. Además, continuó con los partidos de la Liga Mexicana de Beisbol, donde siempre destacó por su implacable seriedad mezclada con apuntes de humorismo, como cuando dijo: “El corredor quedó a noventa millas del home”.

A principios de los años 70 se retiró definitivamente de la crónica deportiva para dedicarse exclusivamente al mundo de la publicidad trabajando para El Heraldo de México, donde posteriormente ocuparía el puesto de vicepresidente. En el mundo de la publicidad sobresalió desde el principio por tener la capacidad creativa que se requería, además de tener el tino de hallar el mejor ángulo para las distintas campañas publicitarias que dirigió. Conocedor del gremio y con una clara visión de hacia donde debía dirigirse la publicidad en México, ganó fama incluso en Estados Unidos, pues atendió cuentas publicitarias de marcas como Nestlé, Studebaker, Wildroot y otros, con gran satisfacción de los clientes. En 1980 fue elegido para formar parte del Salón de la Fama del Beisbol Mexicano, por su aportación como cronista deportivo y por haber sido amigo de todos en el parque de beisbol. Lo mismo platicaba con los masajistas que con jugadores y dueños. Eduardo Orvañanos Zúñiga fue además un hombre de familia y padre amoroso, simpático, cuentachistes, cuentacuentos, amado por todos. Buscaba aprender a lado de su familia. En alguna ocasión tuvo el tino de organizar sesiones para aprender inglés en familia, en las que cantar, bailar y divertirse era la regla. A pesar de que los domingos familiares siempre tenía que asistir a la transmisión de algún partido, en su mente y corazón llevaba siempre a sus seis hijas, a quienes les enviaba mensajes en clave para que ellas supieran que las tenía presentes: “Están volando seis palomas…” o “el número seis, la sexta entrada, la mejor de las entradas”. Una de sus hijas, Paty Orvañanos, lo recuerda así: «Llegar al parque de beisbol de la mano de mi papá y ver cómo lo querían y lo saludaban, me hacía sentir maravillada, orgullosísima. A los 82 años le dio un derrame cerebral y le afectó el habla, para él fue fuertísimo. El doctor dijo que sería muy difícil que la recuperara, pero su esfuerzo y tenacidad lo llevaron a tomar clases de computación y canto. Él pensaba que el canto le haría impostar la voz. Era bastante desafinado, pero volvió a hablar. Ese era mi papá, trabajador tenaz y honrado».

FOTOS

VIDEO

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Mantente actualizado y recibe las últimas noticias sobre Voces del Deporte Mexicano