VOCES DE AYER

FERNANDO MARCOS

UNA DE LAS MARCAS DISTINTIVAS DE DON FERNANDO, FUERON SUS COMENTARIOS EN CUATRO PALABRAS, DONDE SU GENIO Y ERUDICIÓN BRILLABAN EN SU MÁXIMO ESPLENDOR.

El cronismo deportivo y el futbol mexicano no podrían entenderse sin la figura de Fernando Marcos González, un personaje tan agudo como inteligente. Un lúcido hombre de mundo al que 87 años le alcanzaron para ser supervisor de camiones, profesor normalista, abogado, periodista, locutor, escritor, productor de cine, futbolista, entrenador y árbitro. A él le debemos frases que ya son parte del lenguaje cotidiano como: “el último minuto también tiene 60 segundos”, o los cáusticos dichos: “no se preocupe de las críticas, usted es el jugador más moderno del equipo” o “Juanito, por favor, pásela no la aviente”

Fernando Marcos vivió el deporte con pasión. Hay quienes dicen que fue él quien sembró la semilla del histórico odio deportivo entre Guadalajara y América. Siendo director técnico del América, equipo al que dirigió de 1957 a 1961 y tras haber derrotado al Guadalajara en un partido de liga de 1959, Don Fernando declaró: “A Guadalajara venimos a ganar siempre y ahora la larga distancia a esta ciudad se marca 2-0, 2-0, 2-0”, haciendo referencia a las tres visitas consecutivas que había realizado el América a Jalisco, en las que habían derrotado por marcador de 2 a 0 a los tres equipos locales: el Atlas, el Oro y el Guadalajara. El Clásico Nacional, el partido que más pasión y rivalidad despierta en la Liga Mexicana, quedó instaurado en 1960....

Fernando Marcos vivió el deporte con pasión. Hay quienes dicen que fue él quien sembró la semilla del histórico odio deportivo entre Guadalajara y América. Siendo director técnico del América, equipo al que dirigió de 1957 a 1961 y tras haber derrotado al Guadalajara en un partido de liga de 1959, Don Fernando declaró: “A Guadalajara venimos a ganar siempre y ahora la larga distancia a esta ciudad se marca 2-0, 2-0, 2-0”, haciendo referencia a las tres visitas consecutivas que había realizado el América a Jalisco, en las que habían derrotado por marcador de 2 a 0 a los tres equipos locales: el Atlas, el Oro y el Guadalajara. El Clásico Nacional, el partido que más pasión y rivalidad despierta en la Liga Mexicana, quedó instaurado en 1960.

Fue el último de seis hijos que tuvieron los inmigrantes asturianos Egidio Marcos y Filomena González. Habrá que recordar que entre 1880 y 1930, cerca de 30 mil españoles llegaron a México. En la infancia, él y sus hermanos jugaban beisbol más que cualquier otro deporte. Se divertían en los llanos, con un palo en vez de bate y sin guantes para atrapar las pelotas. Él jugaba la posición de catcher. Un día, a otro grupo de infantiles deportistas llaneros, les faltaba un integrante para la ‘cascarita’ de futbol, así que lo invitaron. Aceptó y, a partir de ese día, el beisbol dejó de ser su actividad preferida, no volvió a separarse de “su amante”, el futbol.

A los 15 años ingresó al Germania, un equipo de segunda división que tenía sus campos de entrenamiento muy cerca de lo que ahora es el cruce de las avenidas Bolívar y Chimalpopoca, en la colonia Obrera de la Ciudad de México. De ahí pasó al Club España de primera división, en ese equipo conoció al mítico Luis Pirata Fuente, que a la postre se convertiría en una leyenda del balompié nacional y la máxima figura que ha tenido el Veracruz.

Marcos González fue seleccionado en el equipo nacional que participó en la Copa del Mundo de Italia 1934, o al menos fue uno de los jugadores que viajó con el equipo, ya que un par de días antes de su primer partido contra Estados Unidos, él y el Pirata Fuente salieron a pasear por las calles de la ciudad, se encontraron con una manifestación de Los Camisas Negras, partidarios de Mussolini, con quienes tuvieron algunos intercambios verbales rijosos y fueron arrestados, por lo que se perdieron el juego contra Estados Unidos, donde México cayó con un marcador de 4 a 2. Por el formato de la competencia que regía en esa época, la selección nacional quedó eliminada del torneo.

En 1936, Fernando Marcos terminaría su carrera como futbolista, luego de sufrir una lesión que acabaría por marginarlo de las canchas. Lejos del campo, retomó sus actividades como maestro normalista y dio clases en la escuela Marcelino Dávalos, en el barrio de La Merced, ahí conoció a la maestra Rosita López Montoya, con quien se casó y tuvieron dos hijos: Fernando y Alonso.

En 1942 comenzó a colaborar como locutor de la cadena Radio Continental, donde permaneció hasta 1948. Por aquel año tenía una columna en el periódico Ovaciones donde una vez escribió que lamentaba la situación del equipo Asturias, “con tan buenos jugadores y tan mal dirigidos”, decía, entre otras cosas, que era una lástima que el equipo marchara al fondo de la tabla y que no tenía dirección. Las palabras calaron tan hondo en la institución que Paulino Coto, presidente del Centro Asturiano, lo retó a tomar las riendas del equipo para que demostrara cómo se debía hacer. Lo hizo y en pocos partidos colocó al equipo en los primeros lugares de la competencia. Dirigió también a Necaxa, Toluca, América e incluso a la Selección Nacional. En esa época se hacía la mofa de que don Fernando era tan polifacético, que transmitía y dirigía el mismo partido desde el área técnica y que en el entretiempo escribía su crónica para Ovaciones.

Abandonó el futbol tras dirigir a la Selección Nacional, con un modesto récord a cuestas. Su logro más importante en ese puesto fue un 2 a 1 sobre Inglaterra, en el Estadio Olímpico Universitario, en 1959. Al concluir esa etapa se dedicó de lleno al periodismo. Fue director de la sección deportiva en La Prensa, fue parte de los fundadores del periódico Ovaciones; también colaboró en medios impresos como El Universal, El Nacional y la revista Siempre. Encabezó el noticiario cinematográfico Actualidades en Excélsior, donde realizó cientos de reseñas de películas.

Hasta 1962 comenzó a narrar para la televisión. En este medio colaboró en Televisa y luego en Canal 13, entonces Imevisión, en donde trabajó al lado de José Ramón Fernández. Una de sus marcas distintivas fueron sus comentarios en cuatro palabras, donde su genio y erudición brillaban en su máximo esplendor. El propio Fernando Marcos contaría que al finalizar una emisión, el productor le anunció que le quedaban sólo cuatro palabras para salir del aire, fue entonces cuando dijo: “Como ya no tenemos tiempo me van a permitir despedir el programa en cuatro palabras: Muchas gracias, buenas tardes”. Luego, Jorge El Che Ventura le recomendaría cerrar así todas sus transmisiones, con sus comentarios de cuatro palabras.

Entre sus narraciones más memorables está aquella del 13 de julio de 1966, donde Fernando Marcos narró el histórico gol del juvenil Enrique Borja en el partido de México frente a Francia, correspondiente a la Copa del Mundo realizada en Inglaterra: “¡Borja, no falles! ¡No falles! ¡Gol de Borja!”, decía.

Amó tanto al futbol que escribió un libro que se intitula Mi amante el futbol, publicado en 1980 por la editorial Grijalbo. Amó tanto al futbol que incluso incursionó como árbitro. El 26 de marzo de 1939, en el Parque Asturias de la Ciudad de México, el Necaxa y el Asturias, los dos equipos más populares de la capital, se disputaban a muerte la final del campeonato de futbol. Esa tarde, con las tribunas del estadio repletas, el Necaxa, el equipo del pueblo, se ponía adelante en el marcador con un gol anotado por el ídolo del momento, Horacio Casarín. Ante la impotencia, los jugadores del Asturias se encargaron de moler a patadas a la figura necaxista que tendría que abandonar la cancha por lesión en el minuto 20. El hecho enardeció a los aficionados del Necaxa que comenzaron a hacer quemar periódicos en las tribunas.

El partido continuó y Asturias logró empatar el marcador, sin embargo, Necaxa volvería a ponerse en ventaja. Cuentan que en los minutos finales del encuentro, el árbitro pitó un penal a favor del Asturias, lo que verdaderamente calentó los ánimos en las tribunas. Los aficionados del Necaxa iniciaron fogatas con periódicos en señal de protesta y éstas se salieron de control y quemaron toda la parte de gradas de sol del Parque Asturias. Al otro día, los diarios anunciaban una catástrofe, todo el graderío de tablones había sido consumido por las llamas. Fernando Marcos fue el árbitro de ese encuentro.

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