VOCES DE AYER

IGNACIO MATUS JIMÉNEZ

ESTUDIANTE DE LETRAS, FERVIENTE LECTOR Y HOMBRE CULTO, IGNACIO MATUS UTILIZÓ ESTOS RECURSOS PARA HACER DE SU COLUMNA COSAS DE LA PATADA, UNA DE LAS MÁS LEÍDAS EN LA PRENSA DEPORTIVA. EL MÁXIMO REFERENTE DEL PERIODISMO FUTBOLÍSTICO.

Defensor a capa y espada de su opinión, expositor elocuente de sus argumentos, poseedor consciente de un conocimiento enciclopédico del futbol y sabedor de que poseía todos esos atributos y otros, don Nacho Matus, como le conoció el medio futbolístico, era un hueso duro de roer, alguien que se hacía escuchar y que supo constituirse como una figura poderosa en el ámbito de la comunicación deportiva, incluso más allá de los límites del periodismo. Una anécdota contada por su hija, Paty, lo pinta de cuerpo entero:

«Durante el Mundial de Italia en 1990 tuvimos la fortuna de poder viajar con él, prácticamente no lo veíamos porque estaba dedicado a cubrir el Mundial, pero vivíamos muy cerca de donde estaba el centro de prensa. Una noche nos dijo que fuéramos a este lugar para ir a cenar juntos. Estaba dentro de un auditorio y no salía y no salía. De repente escuchamos un aplauso, una ovación muy fuerte y no sabíamos a qué se debía. Cuando salió le preguntamos qué había pasado y nos dijo que en esa ocasión estaban al micrófono João Havelange y Joseph Blatter, estaban dando explicaciones de las modificaciones al reglamento del juego y mi papá escuchaba y movía la cabeza porque no estaba de acuerdo. Entonces João Havelange paró la conferencia, se dirigió directamente a él y le preguntó por qué movía tanto la cabeza, mi papá se levantó y le dijo: “Porque las afirmaciones o las aseveraciones que están haciendo no son las correctas”. João Havelange le pidió que por favor dijera en qué no estaba de acuerdo y entonces mi papá terminó dando la conferencia, cuando acabó todo el auditorio le aplaudió»....

“NO HAY CRÓNICAS O COLUMNAS NI LARGAS, NI CORTAS, SIMPLEMENTE HAY BUENAS Y MALAS”

Si bien tuvo algunas apariciones en radio y televisión, a Nacho Matus hay que buscarlo en la prensa. Fue ahí donde se hizo fama, donde radicó su influencia, donde construyó un oficio, y donde hizo escuela, porque si bien dicen que era algo proclive al regaño, a ser estricto y llevar las planas del periódico con mano de hierro, también aseguran cuantos trabajaron con él que emparejado con cada regaño había un consejo, una directriz clara para la mejora de la labor periodística. No sería atrevido afirmar que ha sido una de las pluma más respetadas y temidas en la historia del periodismo deportivo mexicano. Cuenta Miguel Gurwitz que cada vez que se acercó por consejo a don Nacho, este le llamó la atención con un pequeño golpe en la cabeza y una frase, con la que iniciaba toda instrucción: “Fíjese bien”. Así, aprendieron muchos de él –como Fernando Schwartz, Carlos Albert y Heriberto Murrieta– a ganar la nota, a entrevistar apropiadamente, a cubrir una fuente, a enterarse de las cosas, a escribir un buen artículo.

Tuvo una crianza en el balompié y ese deporte se convirtió en su vida, en su vocación. Aficionado a jugar futbol desde niño y gran espectador del Club Asturias, llegó a jugar en las reservas del América. Sin embargo el futbol no se consideraba en aquella época una profesión con la que se pudiera hacer vida. Ello le llevó a proseguir sus estudios, primero de contaduría y luego de letras en la UNAM.

Consiguió un trabajó en el periódico ESTO, por invitación de un amigo. Inició en el archivo fotográfico. Al terminar sus labores rondaba la redacción y se dio la casualidad de que, teniendo que escribirse una nota y al no haber quien pudiera hacerlo en ese momento, tomó él la información y la redactó. Eso bastó para que lo iniciaran en tareas de escritura. Era evidente que tenía talento periodístico.

Al inicio de la década de los 50, el ESTO ya ocupaba un lugar privilegiado entre los aficionados al deporte. Trabajaría ahí por más de cuatro décadas y se formaría bajo la dirección de Antonio Huerta, su maestro en el periodismo deportivo. Tuvo además admiración por el estilo de Ricardo Lorenzo Rodríguez, Borocotó, un escritor de la revista El Gráfico, cuyas crónicas y opiniones futbolísticas siguió muy de cerca y con quien posteriormente compartiría en la redacción del ESTO. Estudiante de letras, ferviente lector y hombre culto, Ignacio Matus utilizó estos recursos para hacer de su columna Cosas de la patada, una de las más leídas en la prensa deportiva. En los años 50, el futbol no era tan ampliamente transmitido como en la actualidad, en que cada uno de los partidos de la jornada se transmiten. Tampoco era común que las familias poseyeran un televisor y a veces ni un radio. Quienes querían enterarse del resultado de un partido o estar al tanto de la actualidad del deporte, acudían a los periódicos como el ESTO.

Ahí Nacho Matus estimulaba la imaginación de sus lectores con relatos vívidos. Cuentan quienes leyeron aquellas crónicas suyas, kilométricas, de hasta cinco planas, casi novelescas, que podían atisbarse entre las líneas escritas: los abucheos del público, el clima bajo el que se había jugado el partido, las expresiones de dolor de un jugador lesionado, las indicaciones de un director técnico, las estrategias usadas por cada escuadra, el olor del pasto y las lamentaciones de los derrotados. Sus columnas formaron a una afición en todos los conceptos que acompañan el acontecer de las canchas y el ESTO se transformó con el paso de los años en un acompañante indispensable de quienes deseaban enterarse del acontecer deportivo.

Habiendo demostrado su capacidad como periodista, llegó a la subdirección del periódico, desde donde dirigió la línea editorial de esta publicación. A ello dedicó buena parte de su trayectoria. Iniciaba sus jornadas al medio día, alternaba entrevistas a personajes del futbol con la escritura de las planas del ESTO, hasta que el periódico quedaba listo y salía el primer ejemplar en las horas previas al amanecer.

Cuenta Francisco Javier González que «no publicaba notas sin confirmar por lo menos en dos fuentes, no se iba de la redacción antes que ninguno de sus reporteros y redactores porque tenía que revisarlo todo».

Relatan quienes lo conocieron que contaba con una capacidad de trabajo formidable que a veces le llevaba a escribir durante toda la madrugada y que quizá con un celo exacerbado, guardaba para sí solo el conocimiento de los artículos que habrían de ocupar la portada del periódico al día siguiente, entonces regresaba a su casa a dormir por la madrugada después de jornadas extenuantes y reiniciaba su actividad al día siguiente, con una consistencia inaudita. Misma consistencia con la que veía cada partido de futbol, incluso si este era jugado por dos equipos ubicados en la parte baja de la tabla de posiciones.

Se mantuvo siempre neutral y objetivo, pues creía que era su obligación como periodista y reprimía a aquellos subalternos que, estando en el palco de un estadio celebraban un gol, perdiendo su objetividad. A la pregunta de a qué equipo le iba, contestó siempre “¿Y a usted que le importa?” o “Al que gane”, en tono de broma.

Cuando se habla sobre su influencia en el futbol mexicano, parece la de un importante diplomático y no la de un periodista deportivo. Son muchos los relatos de cómo jugadores, entrenadores y directivos de equipos de futbol, se le acercaban para pedirle su consejo sobre cómo debían dirigir sus equipos o qué paso convenía más a una carrera, o qué alineación parecía más prometedora. Debido a su cercana relación con el director Ignacio Trelles, llegó a sugerir alineaciones de la Selección Nacional. Teodoro Cano recuerda un episodio sobre este tema: «Era un tipo que quizá por su manera de ser, serio, parecía que estaba enojado, pero era un buen tipo, accesible con los demás fuera de su profesión. Con los directivos de la Federación Mexicana de Futbol, con los entrenadores, él hacía muy buena amistad y muy estrecha. Nacho Matus fue consejero en algunas selecciones y eso lo supe porque me lo platicó un jugador, Fernando Bustos. En Haití, Fernando jugó el primer partido. De regreso en el hotel, los vi que venían bajando, había dos entradas, una para los cuartos de arriba, yo salí por la de atrás, vi a Bustos pegado al cuarto de Nacho Trelles, donde estaba Matus. Le pregunté qué hacía. Me dijo: “Aquí tristeando, ya me van a sacar de la alineación, ya le dijo Matus a Nacho que no debo estar en la alineación, que estoy estorbando”…Y Nacho Trelles le hizo caso a Matus, porque no jugó Bustos el segundo partido. Fueron uña y carne Trelles y él. Matus tenía toda la información».

También Luis García recuerda una ocasión similar, en que Nacho Matus entró al vestidor a aleccionarlos sobre la importancia de vestir la playera nacional:

«Yo tuve un par de posibilidades de tratarlo, cuando era muy chavito. Me llamó al ESTO, entrabas a su oficina y te imponía, te importaba su opinión, él era un prócer, un tipo que imponía desde la pluma, desde el concepto de su presencia. Un tipo bravísimo, conocedor, ácido, amargo, muy poderoso. Recuerdo que cuando Bora Milutinovic era entrenador de la Selección Nacional, después de la Copa América del 95, en el periodo previo al Mundial de Francia, Bora era muy amigo de don Nacho y entonces lo invitó que fuera parte de la charla técnica, a que nos diera algunas palabras sobre la importancia de vestir la playera nacional».

Don Ignacio Matus permaneció como el máximo referente del periodismo futbolístico, a pesar de que, con la llegada de tecnologías nuevas, la televisión se apoderó de los aficionados al futbol. Aunque colaboró en ocasiones con Televisa, para él la prensa era una actividad que requería de toda su dedicación y desde ahí pudo conservar toda su capacidad para relacionarse con el mundo del futbol, que le mostró siempre una deferencia de la que pocos han gozado. Aunque no despreciaba otros medios de comunicación, sí tenía poco aprecio por aquel tipo de programas en que se desvirtúa la información. Decía: “La televisión de hoy tiene mucho de opinión, poco de análisis y nada de investigación”.

Durante su carrera cubrió once copas mundiales y entrevistó a cada una de las figuras nacionales e internacionales del futbol, entre ellas a Pelé, con quien llegó a trabar cierta amistad. Con una memoria antológica, se presentaba ante sus entrevistados sin apuntes y sin una postura formal, de manera que siempre consiguió que sus interlocutores entablaran un diálogo abierto con él. Tampoco acostumbraba anotar nada de lo dicho durante la entrevista, pues era capaz de reconstruirlo todo en su mente, sentado frente a su máquina de escribir.

Luego de muchos años en el ESTO, salió del periódico sepia para ocupar el puesto de Director del Ovaciones, periódico en el que realizó la misma labor editorial de excelencia con que se había hecho de un nombre en el medio. Eduardo Camarena resume la presencia de don Nacho Matus en los medios de comunicación: «Mucho tiempo fuimos compañeros, colegas en muchas coberturas de Copa del Mundo. Por ejemplo, siguiendo a la Selección Mexicana muchas veces coincidíamos, él trabajando para el ESTO o para el Ovaciones y yo trabajando en algún medio en televisión o en la radio. Tuve no solamente el privilegio de compartir espacios de trabajo con él, sino puedo presumir que fui amigo de Ignacio Matus, que en su momento fue la pluma más calificada y más influyente en el futbol mexicano, de ese tamaño era Nacho Matus».

Galardonado múltiples veces por todo tipo de instancias, celebrado como máximo referente periodístico del futbol nacional por muchos de sus compañeros de profesión, recibió incluso por parte de la FIFA un reconocimiento a su trayectoria en 2004, distinguiéndole con una réplica de la Copa Jules Rimet (la copa del mundo original). La importancia de Nacho Matus era tal que sorprendía incluso a su propia familia. Su hijo, Edson Matus, cuenta cómo comenzó a concebir la relevancia de su padre en el futbol nacional:

«Recuerdo que con el gol de Manuel Negrete en el Mundial de 1986, el de “tijera”, fue la primera vez que quedé impactado con una jugada de futbol. Entonces le pregunté a mi papá: “¿Quién es ese cuate?” y me dijo: “Es Manolo Negrete y juega en los Pumas”, y ya. En ese tiempo yo no tenía la dimensión de los alcances del trabajo de mi padre.

»Un día pasa por mi hermano y por mí a la escuela, cosa que no era nada habitual. Me sorprendí un poco, me dijo que íbamos a ir a comer. Fuimos a una cantina en el centro que se llama “El gallo de oro” y de repente empiezo a ver a gente que había visto en la televisión, sobre todo jugadores. Me sorprendí más. De pronto llega Manuel Negrete, ¡casual!, saluda a mi papá y recuerdo perfectamente sus palabras, le dijo: “¡Mira, invitaron a puro tronco!”, obviamente en broma. Yo me preguntaba: “¡¿Por qué mi papá está bromeando con Manuel Negrete, con mi ídolo?!” »Esa fue la primera vez que vi que mi padre tenía contacto con todos estos jugadores y sobretodo el tipo de trato que tenía con ellos y cómo lo respetaban, cómo bromeaban entre ellos. Resulta que esa comida era un homenaje a mi papá y ahí estaban jugadores, comentaristas y directivos; por eso nos había invitado a mi hermano y a mí, para que fuéramos testigos. Ahí empecé a dimensionar su trabajo y comprender lo que hacía, eso me quedó muy grabado, entendí que mi papá era periodista de futbol».

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