VOCES DE AYER

MELQUIADES SÁNCHEZ OROZCO

FUE LA VOZ EN OFF PARA VARIAS GENERACIONES DE AFICIONADOS AL FUTBOL Y PARA MILLONES DE TELEVIDENTES. FUE EL SONIDO LÍMPIDO QUE PROVENÍA DE LAS ENTRAÑAS DEL ESTADIO AZTECA PARA ANUNCIAR UN CAMBIO EN LA ALINEACIÓN, APUNTAR AL AUTOR DE UN GOL O PEDIR EL RECONOCIMIENTO PARA UN JUGADOR QUE ANUNCIABA SU RETIRO.

Melquiades Sánchez Orozco fue la voz en off para varias generaciones de aficionados al futbol y para millones de televidentes. Fue el sonido límpido que provenía de las entrañas del Estadio Azteca para anunciar un cambio en la alineación, apuntar al autor de un gol o pedir el reconocimiento para un jugador que anunciaba su retiro. “Alineación de las Águilas del América”, “Gol anotado por Evaristo, número 7”, “Cambio del equipo Atlas…”, se escuchaba al interior del Estadio Azteca con la voz pulcra, sonora, noble, generosa de un hombre que mantuvo la misma serenidad, ya fuera para notificar un gol de Pelé o el marcador momentáneo de un partido liguero o incluso para dar las instrucciones a los aspirantes a ingresar a la Universidad, quienes escuchaban, no sin sorpesa, que las instrucciones del examen se las daba la mismísima voz del Estadio Azteca.

La profesión de Melquiades Sánchez durante 52 años fue, fundamentalmente, ser la “Voz del Azteca”. Mientras a ras del pasto se disputaban los encuentros y en las gradas el público rugía de emoción apoyando a su equipo o se revolvían en sus asientos, testigos de un partido insufrible, había una constante, el encargado de registrar para el público cada evento notable que ocurriera en la cancha y también para ayudar en otras labores, como la de encontrar niños extraviados de la mano de los padres, que en la euforia del futbol habían olvidado la responsabilidad de cuidar celosamente a su progenie: “A los padres del niño Eduardo Canseco, su hijo los espera en el acceso E-27”....

“ALINEACIÓN DE LAS ÁGUILAS DEL AMÉRICA”

Nacido en Tepic, Nayarit, hijo de un pintor de rótulos y retablos, heredó de su padre el gusto por la pintura, oficio que ejerció desde muy joven y en el que llegó a educarse brevemente en la ciudad de Guadalajara, en la escuela de Bellas Artes. Tendría algunos logros en este renglón, entre ellos, varias exhibiciones de sus pinturas, como aquella celebrada en la Galería de artes plásticas de la Ciudad de México, que se encontraba frente al edificio de Bellas Artes. Retratista de los paisajes citadinos, le apodaban “el pintor de las calles de México”. Con cámara en mano tomaba fotos de diversos espacios de la urbe que llamaban su atención y luego las reproducía en el lienzo, o si la oportunidad se presentaba, se instalaba en la calle misma a esbozar trazos de la ciudad con su caballete.

Decía don Melquiades que todo pasó como por obra de un destino infranqueable. Aficionado a la electrónica desde muy joven, pasaba cada tarde frente a una emisora de radio, donde a través de los escaparates era posible ver algunos de los aparatos que se utilizaban ahí. Esto captaba su atención y ocurrió que un día fue motivo de un equívoco. Confundido por otra persona, le preguntaron si era él quien venía a realizar una prueba. Melquiades asintió, con tal de pasar dentro y estar cerca de aquellas máquinas que lo hipnotizaban. Valía la pena aceptar una confusión inocente. Le indicaron hablar por el micrófono, y eso fue todo, quedaron convencidos. Le ofrecieron de inmediato un trabajo como locutor en la estación para la venta de productos. Como había perdido a sus padres y le era necesario ganarse la vida de cualquier modo, aceptó y al día siguiente ya estaba ahí, iniciándose como locutor, una carrera que le duraría toda la vida.

Al preguntarle por los trabajos que había desempeñado, aseguraba que nunca en su vida buscó un empleo, sino que se los ofrecieron. En Guadalajara, ciudad a la que se mudó en búsqueda de otras oportunidades, trabajó en otras estaciones donde tuvo su primer contacto con los deportes, pues fue invitado como locutor comercial a las transmisiones de partidos de futbol. También allá conoció a quien fue su esposa, Isela de la Rocha, un día 10 de noviembre de 1946, fecha que siempre recordó con precisión. Desde entonces le acompañó a menudo a los estadios. Del matrimonio recuerda Miguel Gurwitz:

«Melquiades, El Perraco, es de las personas más bellas que he conocido, siempre tenía algo muy chingón que decir. Te piropeaba, te hablaba de cosas lindas todo el día, era infaltable. Yo solamente subía al palco a darle un abrazo a él y a su esposa, que era su compañera fiel. Me acuerdo que cada vez que salíamos de Televisa a las ocho de la noche, salía El Perraco y ahí estaba su esposa siempre. Entonces la parada era obligatoria para recibir su cariño y para darle cariño al Perraco, y para recibir tu paleta de cajeta que siempre te daba. Llegabas al palco del Azteca y salías con tu paleta de cajeta. Su voz es una voz histórica en la televisión y en el deporte mexicano, sin duda”.

Ya con dos hijos, se trasladan a la Ciudad de México por ocho días, para que él hiciera el examen para obtener su licencia de locutor, que en aquellos años era un trámite obligatorio para todo aquel que deseara vivir de la voz. Tras recibir la aprobación gubernamental se le presentan oportunidades laborales en la capital, por lo que en una decisión afortunada para todos los aficionados al futbol, deciden ya no regresar a Guadalajara y comienza a trabajar en estaciones de radio como la XEB, la XEQ y la XEW. Entra luego a Radiópolis, que pertenecía a Telesistema Mexicano, donde conoce al dueño del consorcio de comunicaciones, Emilio Azcárraga Milmo, quien le toma aprecio.

En 1962 da inicio la construcción del Estadio Azteca y a los locutores de Radiopolis se les ofrece la oportunidad de convertirse en agentes de venta de palcos y plateas, con la intención de refinanciar la obra y concluirla. Aunque acepta, aseguraba Melquiades Sánchez que nunca pudo realizar una sola venta. Aquello no era lo suyo, pero de esa convivencia se le ocurrió a Emilio Azcárraga que él podría ser el locutor que se requería para el estadio, una vez que estuviese terminado y entrara en funciones.

En la semana previa a la inauguración, en 1966, un compañero de trabajo le avisa a Melquiades Sánchez, que se le esperaba el domingo para cubrir el sonido local del nuevo estadio. Incrédulo, no asiste a la inauguración. El mismo compañero le reclama su ausencia y le insiste que se presente la semana próxima. Extrañado, acude a verificar los hechos con su jefe, el señor Pastrana que fungía como gerente y era el brazo derecho de Emilio Azcárraga. Este le confirma lo dicho y a partir de entonces comenzó a presentarse al estadio partido con partido. Sería difícil que alguien hubiese presenciado más eventos en el Estadio Azteca que el mismo Melquiades Sánchez, quien cubrió los partidos de la Selección Mexicana, los de la liga profesional de futbol, mundiales femeniles y mundiales infantiles, partidos de futbol americano, conciertos, peleas de box, entre otros. Fueron tantos que llegó a pensar en retirarse de esa labor extenuante.

Testigo permanente de la historia y acontecimientos que ahí se celebraron, conoció y convivió cercanamente con todas las generaciones de narradores deportivos que han desfilado por el Estadio Azteca, transmitiendo para radio y televisión los partidos de futbol, desde Ángel Fernández, Agustín González Escopeta, Fernando Luengas, Jorge Labardini y León Michel, hasta Fernando Marcos, El Perro Bermúdez y Raúl Orvañanos, por mencionar algunos. Con ellos vivió la vida del estadio después del futbol, pues acostumbraban quedarse a platicar experiencias mientras se vaciaba el Azteca. Recordado entre los cronistas deportivos siempre como alguien con gran sentido del humor, aún dentro de su seriedad, y proclive a ser amable. Las palabras al preguntárseles por Melquiades Sánchez, son siempre las mismas. Ciro Procuna y Eduardo Camarena, le recuerdan así, respectivamente:

«El recuerdo que tengo es de amabilidad, amabilidad y más amabilidad. Una voz imponente. Cuando conoces a la persona a la que has asociado tantas veces con ese inmueble impactante, histórico, que es el Estadio Azteca: ¡la voz del Azteca!, la emoción es tremenda, a mí se me enchinó la piel, lo tengo muy presente. Ante todo recuerdo eso: su bondad, su don de gente, su buena onda. ¡Tipazo! Siempre bien recordado».

«El palco de transmisiones de Televisa está precisamente junto al palco del sonido local en el Estadio Azteca, por lo que se generó un enorme compañerismo con don Melquiades, El Perraco, como le decíamos coloquialmente sus amigos. Él fue la voz del Canal 5 y yo hice muchos noticieros para ese canal, entonces tuve el privilegio de que él mencionara mi nombre muchas veces en los promocionales del canal y ya luego en broma, en el Estadio Azteca, llegó a decir: “Al niño Eduardo Camarena se le espera en la puerta número 1”. Era una persona formidable».

Encargado de dar las alineaciones, bajaba a los vestidores a preguntarlas a los entrenadores, haciéndose amigo de innumerables jugadores de futbol, árbitros y entrenadores. Eterno aficionado a la electrónica, daba mantenimiento a los equipos de sonido. En partidos internacionales, corroboraba que los himnos nacionales fuesen los correctos. Cumplió sus múltiples funciones con agrado y disciplina, pues ni la enfermedad pudo impedirle faltar a una cita al Estadio Azteca.

Aunque su debut en un gran evento iba a realizarse durante los Juegos Olímpicos de 1968, los organizadores del evento lo excluyen, sin embargo tendría oportunidad de resarcir dicha decepción. De los grandes eventos que cubrió solía recordar con cariño especial, las dos Copas Mundiales celebradas en nuestro país en los años 1970 y 1986, donde presenció las apariciones de ensueño de Pelé y Maradona y aún más, tuvo a pocos metros a la selección brasileña levantando el título del 70, pues recibieron la copa cerca de su cabina de sonido.

Durante el mundial de México 70, recordaba don Melquiades Sánchez que tuvo que escribir todos los guiones que habrían de utilizarse durante el evento, y que en el 86, cuando los organizadores encontraron gran dificultad en comprender el nuevo equipo electrónico, él tuvo que hacerse cargo de verificar que el equipo funcionara adecuadamente.

Vinieron luego otros trabajos que combinó con el de ser La voz del Azteca. El más recordado fue como locutor de Canal 5, pues varias generaciones escucharon su voz cuando al terminar un programa se anunciaban los siguientes: “Enseguida presentamos Don Gato y su pandilla y al terminar La pantera rosa”. En la memoria de los mexicanos también perdura el servicio social que anunciaba a una persona extraviada: “Pedimos su cooperación para localizar a… Canal Cinco, al servicio de la comunidad”, con la esperanza de encontrarla.

También tuvo un programa en la estación XEB, del que derivaría el apodo que le acompañó por mucho tiempo.Durante la transmisión declamaba poesías y programaba música. Aseguraba que se sentía muy a gusto con ese programa, pero que inesperadamente su jefe le anunció que había sido cambiado de estación, decisión que asumió con escozor. Cambiado a la XEQ, y como tuviera un trato familiar con su jefe, cada vez que lo encontraba en los pasillos, solía reclamarle con sorna: “Como eres perro, ¿Por qué me cambiaste de estación?”. Por ello su jefe comenzó a decirle Perro, que se transformó en Perraco. Aún hoy, en la placa conmemorativa por sus 43 años de labor, puesta afuera de la cabina de sonido local del Estadio Azteca, se lee: “Melquiades Sánchez Orozco “El Perraco”. También fue voz del programa de radio La Hora Nacional, durante varios años.

Escritor de tres libros: “Tepic. Ciudad de recuerdos”, “México lindo y chilango. Breves apuntes sobre una ciudad inolvidable” y “Puro cuento. Recargado”, se mantuvo activo hasta el final de su vida, acompañado de la tesitura imponente de su voz que conservó a pesar de los años. Como él decía: “La gente no envejece con las épocas, envejece cuando el espíritu ya no da para más”.

Como si lo hubiese mandado a hacer, su último partido como voz del Azteca fue un encuentro entre el América, equipo con el que se le asoció siempre por ser el equipo local del estadio, y el eterno rival, las Chivas del Guadalajara. Relata su hija Isela Sánchez:

«Ése fin de semana, como mi papá se sentía muy mal, mi hermana y yo lo llevamos un día antes al hospital para que le hicieran otros estudios. No se quiso quedar internado, porque al día siguiente era el partido, el clásico, América-Guadalajara. Nos hizo berrinche ahí en el hospital: “No me quedo, no me quedo, no me quedo”. Finalmente el doctor nos dijo: “Que vaya y terminando el partido que se venga directo al hospital". Fue su último partido, a los dos días me dijo el doctor que ya no había nada que hacer. Se nos fue un domingo, el 4 de noviembre de 2018».

Con su estilo apacible, se ganó el cariño de los asistentes al estadio, que solían esperarlo a las afueras del inmueble para pedirle un autógrafo, una fotografía, o por el puro placer de conocerle. Sobre la forma que mantuvo siempre, solía asegurar que “el futbol no son luchas, no es una pelea de box, se tiene que llevar con más seriedad, con más mesura”.

Con múltiples reconocimientos a lo largo de su trayectoria, cuando se le preguntaba si le hacía falta alguno, aseguraba que ya la vida le había hecho todos los honores posibles. Aunque no fue periodista ni cronista, narrador, reportero o comentarista, es innegable que gracias a su gran capacidad de comunicación, a su estilo original y entrañable de ejercer la palabra, al cariño que generó entre la afición y el gremio del periodismo deportivo, don Melquiades ocupa un lugar de honor en el linaje esplendoroso de las Voces del Deporte Mexicano. Para todos los que admiran el periodismo deportivo, es un orgullo rendir homenaje a su memoria y trayectoria.

CRÓNICAS DEPORTIVAS

FOTOS

VIDEO

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Mantente actualizado y recibe las últimas noticias sobre Voces del Deporte Mexicano