VOCES DE HOY

ANTONIO ROSIQUE

TOÑO HA LOGRADO, CON ESFUERZO Y DISCIPLINA, UN ENTENDIMIENTO CLARO DE TODOS LOS DEPORTES Y LA CAPACIDAD DE NARRAR LAS GESTAS DEPORTIVAS EN DIFERENTES DISCIPLINAS CON LA EMOCIÓN A FLOR DE PIEL.

«Mi papá fue el primero que me llevó al futbol, al beisbol y a los toros, en mucho le debo esta gran afición a los deportes. Él me contaba las historias de los viejos boxeadores mexicanos, de los viejos futbolistas mexicanos, de las Chivas de los sesentas y de los toreros».

Antonio Rosique Cedillo experimentó desde muy temprana edad las emociones que se engendran en los deportes, descubrió una pasión que le ha acompañado a lo largo de su vida. Heredó de su padre, no sólo su gusto por el deporte, también sus conocimientos en otros temas, su avidez por saber nuevas cosas. «Y así como me contaba la historia de los toreros, me contaba la historia del Che Guevara, de Fidel Castro, de la Revolución Cubana, de la Segunda Guerra Mundial, de las dictaduras latinoamericanas o de los grandes escritores mexicanos, como Octavio Paz»....

En el entorno familiar de Antonio Rosique la preparación académica siempre jugó un papel escencial; sin embargo, desde niño recibió el apoyo y el impulso de sus padres para hacer lo que le apasionaba. Jugó beisbol desde los seis hasta los 18 años y así empezó a sumergirse cada vez más en el mundo deportivo. Desde sus seis años, en un cuaderno llevaba disciplinadas anotaciones sobre los juegos que veía, construía a su manera el box score de cada partido. Desde ese momento, para Antonio Rosique las visitas a los estadios eran algo más que presenciar el encuentro deportivo. Implicaban, además, observar a los periodistas a nivel de cancha, a los cronistas en los palcos, a los reporteros haciendo su labor tras los encuentros. Toño tiene claro que todos esos elementos que configuraron su infancia, configuraron también su destino: ser cronista deportivo, contar historias.

«Mi primer recuerdo en torno a esta vocación, a este oficio y a la profesión que desempeño, es de cuando yo veía el deporte en la televisión para devorarme el beisbol de las Grandes Ligas, generalmente algún partido de fútbol, pero recuerdo que yo veía y escuchaba a Sonny Alarcón, al Mago Septién y a Antonio de Valdés en aquellas transmisiones de los Dodgers de Los Ángeles, de Fernando Valenzuela en los años ochenta, y ahí empecé un poquito a enamorarme de este maravilloso oficio que es el de contar historias alrededor del deporte».

Con poco más de 20 años de experiencia en el medio, Antonio Rosique asegura que la profesión que eligió para hacer su vida lo colma de satisfacciones y de diversión. Sin embargo, sabe que no solamente se debe tener amor al deporte para destacar en el medio. De hecho, su pasión por narrar historias y su carrera como cronista han sido vertidas en tres libros: La Isla del Futbol: Un viaje personal por la industria del futbol británico, El Día de Mi vida: las 24 horas que marcaron la vida de 12 medallistas olímpicos mexicanos y, El Día de mi Vida II.

«Creo que el elemento número uno para que uno sea cronista deportivo no es tanto que te encante el deporte, sino que te fascine contar historias. A mí me encanta contar historias, creo que las voy a contar toda mi vida. El deporte por supuesto que me encanta, me fascina, me he enamorado del deporte, pero creo que estoy más enamorado de contar historias. Y si no contara un día historias sobre el deporte, contaría historias sobre otra cosa, sobre viajes, sobre comidas, sobre los grandes exploradores de la historia, sobre la moda, tal vez».

A los 17 años, ya con la convicción clara de su vocación, además de sus estudios de preparatoria empezó a tomar clases de locución en la Fundación Manuel Buendía. A esa edad, Antonio Rosique admiraba mucho a José Ramón Fernández y a su equipo de comentaristas. Tuvo la oportunidad de verlos trabajar de cerca en la transmisión de un partido en C.U., al que fue como invitado junto con uno de sus amigos.

Fue Carlos Albert quien abrió los micrófonos para Rosique por primera vez, en su programa de radio Triunfos y derrotas. Conocer el prestigio de su mentor y la trayectoria que había forjado a través de los años, además de admirarlo como comentarista, pusieron en el joven periodista el compromiso de cumplir con la calidad que se espera en un programa conducido por un personaje de la talla de Albert. «Él me dio la primera oportunidad de salir al aire en su programa de radio y sí había nervio, pero también sabía que estaba preparado porque estudiaba. Más bien, la expectativa para mí era muy alta de hacerlo muy bien. Me ponía el listón muy alto porque era fanático de Carlos Albert, era gran seguidor de José Ramón Fernández, de Faitelson, de Antonio de Valdés, de Heriberto Murrieta, de Antonio Andere, de Sonny Alarcón, de don Fernando Marcos y así me voy hacia atrás... Ángel Fernández, Jaime Jarrin. Entonces, cuando ellos son tus ídolos, son tu parámetro, pues la exigencia es muy alta para uno mismo».

“Saber contar historias requiere sensibilidad y requiere saber cuáles son los botones que activan las emociones humanas.”

Y es que para Antonio Rosique contar historias no solamente se limita a la narración de los hechos, propiamente, sino que destaca la preparación que se requiere para relatar un hecho a la altura no solamente del evento, sino de la audiencia. «La parte invisible creo que es la preparación a nivel de sensibilidad que tienes que hacer. Y ésta es una preparación que te dura toda la vida: tu capacidad para emocionarte y para emocionar. Tu capacidad para ser sensible, tu capacidad para identificar el crisol de emociones humanas. Esa preparación es la más invisible de todas y es una preparación que poco tiene que ver con el deporte o con la parte técnica de la locución o del relato o del periodismo, tiene que ver con la sensibilidad humana».

Así, desde su primera transmisión ha buscado llegar al nivel más profundo en los aficionados, lo que lo ha obligado a ponerse estándares de calidad altos en cualquiera de las labores que desempeña en el medio. Siempre ha sido muy severo consigo mismo, siempre busca la perfección en cada cosa que hace. Él mismo ha confesado que el rigor y las exigencias que se autoimponía no le permitieron disfrutar al máximo de sus primeras experiencias. Ahora, puede narrar que salió avante de su debut en Juegos Olímpicos, en Atenas 2004, y en Copas del Mundo, desde Sudráfrica 2010 hasta Rusia 2018.

«Los nervios siempre existen y sobre todo cuando uno tiene tantas expectativas sobre sí mismo y cuando uno ha idealizado tanto una profesión o un oficio. La primera vez que te pones frente a un micrófono es fuerte. Yo me puse frente a uno muy joven y, me empecé a poner frente a audiencias muy joven; sin micrófono tal vez, pero ya utilizando la voz. Siempre que había concursos de expresión oral en la escuela, en la primaria, yo participaba, intenté forjarme como un orador inicialmente. Después empecé a agarrar un micrófono de manera casera, a hacer pequeños relatos y escucharme. Era algo que escuchaba yo mismo o por ahí mi familia o algunos amigos. Y después empecé a hacer radio joven, conduje algunos eventos en la escuela, en la preparatoria, y empecé a hacer radio en la universidad, en el Tec de Monterrey. Luego, ya cuando te pones frente a un micrófono en radio y cuando tienes al lado una figura que has seguido... ahí es cuando sí quieres hacerlo muy bien».

De 1993 a 1997 estudió la carrera de Comunicación en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Fue en esa etapa de su vida que inicia su experiencia profesional en radio, a lado de Carlos Albert. También sería Albert quien lo llevaría a TV Azteca y lo presentaría con uno de sus grandes ídolos: José Ramón Fernández. Más tarde, luego de irse de intercambio a Estados Unidos, inició su trayectoria en televisión abierta. Su primer encomienda fue reportear los partidos de futbol que cubría el equipo de deportes de la empresa.

Antonio Rosique califica aquellas primeras experiencias como momentos mágicos que llegaron a cambiarle la vida. Sus inicios en el periodismo deportivo fueron marcados por la llegada de los primeros sets virtuales a la televisora. Una de las experiancias más duras para Antonio Rosique, pero que también le daría mucho aprendizaje, fue durante los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, la mayoría los comentaristas de Azteca viajaron a Estados Unidos para dar cobertura al evento deportivo mientras que Toño se quedó en México para dar la sección de deportes en Hechos de la noche, el noticiario con Javier Alatorre.

Esta experiencia le dio las tablas a Toño para que más adelante lo invitaran a participrar en el programa En Caliente. Al paso del tiempo, los ídolos de Rosique se convirtieron en sus compañeros y, aunque admite que es algo que no asimiló de inmediato, llegó a sentirse cómodo en compañía de aquellas personalidades, como José Ramón Fernández, quien de un día para otro estaba presentándolo como colega en la mesa de debate. En su carrera, Rosique recuerda de forma especial la medalla de oro de Guillermo Pérez, en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, cuando la emoción, pero también el compromiso con la audiencia, lo llevaron al límite al narrar el evento con la misma entrega e intensidad con la que el taekwondoín michoacano se debatía en el tatami.

«Es, sin duda, uno de los momentos cumbres de mi carrera. Para mí fue como alcanzar el Everest, pero no lo hablo a título personal, en función de que haya hecho algo maravilloso; sino de que la vida, el deporte, los Juegos Olímpicos, mi profesión, mi casa —TV Azteca—, me dieron la oportunidad de tener en las manos algo de ese tamaño, una hazaña de ese calibre. Estamos hablando de una historia olímpica de más de 100 años, de casi 120 años. ¿Cuántos grandes relatores ha habido que nunca tuvieron la oportunidad de relatarle a su país una victoria mexicana de ese calibre?».

Precisamente por la sensibilidad que ha desarrollado a lo largo de su carrera, Rosique fue previendo el desempeño del combate para que, igual que la medalla de oro para México, su narración trascendiera en la memoria deportiva del país.

«Guillermo gana su primer combate con mucha dificultad, gana el segundo combate con mayor claridad y llega ya la ronda de semifinales, donde ya hay posibilidad de asegurar una medalla hacia la victoria. Yo narré desde la semifinal y él asegura medalla, ya desde ahí la tengo que contar como una gran hazaña. Y cuando llega la semifinal y la gana, además de forma dramática, yéndonos a punto de oro; después de la decisión, la tensión, el dramatismo, era gigantesco, era colosal. Yo sabía que tenía en las manos algo irrepetible y que tenía que estar a la altura de la gesta de un mexicano en Juegos Olímpicos».

Una vez que Pérez se hace con el metal dorado, Rosique no duda en hablar en plural, afirma, por el compromiso que tiene con los espectadores que por una u otra razón no pueden estar en el sitio pero que siguen con una pasión sin merma el desempeño de los connacionales en la justa olímpica.

«Y cuando grito que acabamos de ganar una medalla de oro, lo grito en primera persona, dije “ganamos” porque éramos todos los que estábamos ahí, todos los mexicanos que lo estábamos viendo, lo estábamos anhelando, estábamos combatiendo con Memo Pérez de alguna u otra forma. Como cronista deportivo, o al menos así me asumo yo, y estoy seguro que muchos compartirán este punto de vista, cuando tú estás en unos Juegos Olímpicos o en una Copa del Mundo tú eres los ojos, los oídos, la piel, el corazón de esos millones de mexicanos que no están ahí. Tú tienes que ser capaz de transmitirles lo que sientes. Ahí están las cámaras, ahí están los micrófonos, eso ya lo hace el medio de comunicación, pero el sentir el cómo se vibra, el nervio que sientes tú, solamente lo puede hacer el cronista deportivo».

Con más de dos décadas de trayectoria en los medios de comunicación, la voz de Antonio Rosique ha quedado para la posteridad en momentos cumbre del deporte mexicano. Fue él quien también narró la medalla de plata en la categoría de 4x400 metros de atletismo femenil, en los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro 2007. En la crónica de natación, con figuras internacionales, se le recuerda por haber narrado todas las victorias de Michel Phelps en Atenas 2004. Toño ha logrado, con esfuerzo y disciplina, un entendimiento claro de todos los deportes y la capacidad de narrar las gestas deportivas en diferentes disciplinas con la emoción a flor de piel.

Antonio Rosique ha tenido oportunidad de narrar en Juegos Olímpicos de Verano e Invierno, Copas del Mundo, Finales de Champions League y Series Mundiales de Beisbol, entre muchos otros eventos. Actualmente conduce varios programas deportivos para TV Azteca y Radio Fórmula. Escribe con regularidad para publicaciones como Futbol Total, Contragolpe Deportivo y GQ México, entre otras. Con el camino que ha recorrido en esta profesión, Rosique admite que es una que le ha dado muchas satisfacciones y en la que los sacrificios parecen no existir para él, pues vive de hacer lo que en verdad le apasiona.

«Al final se reduce a la fórmula mágica, a esa alquimia narrativa de los grandes contadores de historias y yo te aseguro que es un don y es algo que también desarrollas, se estudia, porque saber contar historias requiere sensibilidad y requiere saber cuáles son los botones que activan las emociones humanas. Yo seguiré buscando cuál es esa fórmula mágica que hace que una historia se quede en el corazón, en la mente de los seres humanos».

“Yo veía y escuchaba a Sonny Alarcón, al Mago Septién y a Antonio de Valdés en aquellas transmisiones de los Dodgers de Los Ángeles, de Fernando Valenzuela en los años ochenta, y ahí empecé un poquito a enamorarme de este maravilloso oficio que es el de contar historias alrededor del deporte.”

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